La trampa, – que ha sido una mala herencia española –, se puso de presente la víspera, durante el arbitraje del partido de fútbol entre las selecciones de Colombia y Brasil, donde terminó la luminosa competencia de nuestros compatriotas, que lograron mostrarle al mundo la madurez, la fortaleza y la calidad humana de nuestros deportistas. Enfrentar al tetracampeón mundial en su propio patio fue el enorme desafío para los colombianos, dirigidos por el profesor argentino José Pékerman.
Desde los tiempos aciagos del narcotráfico, donde se compraban partidos de fútbol y deportistas, nunca más se había percibido el fenómeno de un árbitro “engrasado” para arrebatarle el triunfo deportivo a un equipo joven, que en la cancha de fútbol pudo enfrentarse a las más grandes glorias del deporte de los cinco continentes. Anular el gol de Colombia que claramente había cruzado el cuadrilátero y pitar faltas que nunca se habían cometido, dejó un pésimo concepto del árbitro contratado por la FIFA.
El trabajo sucio del árbitro español dejó un sabor amargo en la afición, que en diferentes lugares del mundo hacía fuerza por el triunfo de la selección colombiana. Desde luego aprendimos a soñar con la selección Colombia y derrotamos a varios equipos importantes como las selecciones de Grecia, Costa de Marfil y Japón.
La figura relevante de la juventud colombiana, representada por James Rodríguez, se convirtió en un paradigma de las nuevas generaciones que deben prepararse para la próxima cosecha de campeones, dentro de cuatro años cuando volverán a realizarse estos eventos.
Un partido accidentado, por cuenta del juego brusco de que hicieron gala los jugadores del Brasil, deja maltrecha la imagen de ese gran país, que ha ganado siete campeonatos mundiales. En desarrollo del campeonato, nunca se había presentado la agresión salvaje para impedir que un equipo extranjero pudiera ganarle a los brasileros.
Los cables internacionales informan que la FIFA felicitó al árbitro, cuya ceguera deportiva le regaló al Brasil una nueva oportunidad para cubrir la mediocridad de que han hecho gala en el campo de juego. Con la amargura que produce una injusta derrota, el joven James Rodríguez, salió del estadio limpiándose las lágrimas, de rabia y de frustración por la pésima actuación del juez central, que seguramente recibirá su coima antes de abandonar al país anfitrión.
La composición del equipo colombiano demostró que, además de Radamel Falcao García, tiene en las nuevas generaciones varios futbolistas que llegarán muy lejos en su carrera deportiva. El deporte como la política constituyen las carreras de relevos generacionales que se van presentando con el paso acelerado del tiempo.
Pero nunca antes la Selección Colombia había llegado tan lejos, bajo la dirección de un admirable ciudadano argentino, el profesor José Pékerman, un hombre grande en la humildad y humilde en la grandeza, a quien le debemos las lecciones de disciplina que formaron este cuadro de honor del deporte del fútbol en el mundo. Tenemos una generación de futbolistas, convertidos en los mejores embajadores de Colombia en los diferentes escenarios deportivos. Ellos le han dado una lección de unidad y fraternidad a todos los colombianos y su ejemplo ha de servir para seguir avanzando en la realización de nuestros sueños.
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