Me cuenta un cliente fiel del alambique
lo que ocurriendo está con las culonas:
que en el propio Santander ya las personas
no las comen por no haber quién las ubique.
No es que quiera hacerlas tema de un palique,
ni volverme criticón (que hoy desentona),
pero sí he de confesar que en esta zona
no ha faltado la culona que me pique.
Y si aún de tal manjar hay comilonas,
y por ellas no hay que ir al Amazonas,
¡cómo van a decir que no hay hormigas!
Lo que creo es que, más bien, las tradiciones
las cogieron por aquí ciertos aviones
para hacer crecer su cuenta… y sus barrigas.