Para qué llorar, ayer, si ya te has ido,
para qué penar por ti si eres pasado,
si el trompo ya bailó y lo he guardado
donde guardé también lo ayer sufrido.
Para qué lamentar hoy lo mal vivido,
para qué pensar en ti con desagrado;
si el amor que existía se ha marchado,
igual hay que guardarlo… en el olvido.
En el libro de la vida yo he leído,
con el dolor me siento agradecido
porque la adversidad fuerzas me ha dado;
no me puedo quejar: ya he disfrutado
la cosecha de cuanto había sembrado,
para mí siempre serás tú bienvenido.