Han comenzado los actos de celebración de los 100 años del nacimiento de ese formidable músico colombiano que fue el maestro Lucho Bermúdez. Ya el propio Presidente de la República anunció que 2012 sería “El Año de Lucho Bermúdez”.
Nosotros no podemos menos que unirnos al sentimiento de aprecio hacia el talentoso compositor e intérprete bolivarense.
Empero, al leer el editorial del periódico EL TIEMPO correspondiente al día viernes 27 de enero, nos desalienta el espíritu divisionista con que ya empezó a enfocarse la efemérides. Una efemérides que, en vez de aprovecharse para unir a Colombia alrededor de la música, todo indica que va a agudizar, todavía más, el ambiente de pugnacidad que se respira entre la Costa Atlántica y el interior del país en materia cultural, y el arrasamiento que se está llevando a cabo de todo vestigio de la cultura andina para imponer, definitivamente, el predominio de la cultura costeña.
[Den clic izquierdo encima del enlace, si desean leer el editorial de EL TIEMPO].
http://www.eltiempo.com/opinion/editoriales/editorial_10995081-4
El enfrentamiento entre costeños y cachacos por el imperio de la música autóctona ya nos era evidente en el año 2002 cuando ingresamos al mundo discográfico y radial colombiano con el bambuco guasca El campesino embejucao, cuyo décimo aniversario -por cierto- algunos buenos amigos quieren que celebremos. Sintomático del mismo fue el rechazo que generó la inclusión de un paseo vallenato (Mi última voluntad) en el volumen 2 de la serie. “Llámenlo paseo sabanero o de cualquier otra forma, pero no vallenato”, nos escribió un grupo de personas. La canción, que tocaba un tema de palpitante interés, el de la lentitud de la justicia, significó para el proyecto más de una crítica. A pesar de ello, en los siguientes volúmenes incluimos temas en ese mismo aire.
Pero fue años después, y aún en ese contexto pugnaz, cuando nos atrevimos a grabar “El campesino embejucao vallenato”. Lo hicimos como una muestra de cariño hacia el folclor de la Costa Atlántica de nuestro país, particularmente hacia su folclor vallenato. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido con aquel solitario paseo del volumen 2 y con los temas grabados posteriormente en ese ritmo, todos ellos ejecutados con los instrumentos de cuerda propios de nuestro grupo acompañante habitual, en esta oportunidad el ropaje musical giró en torno al acordeón de Aider Vega, excelente músico de Becerril, Cesar, y a unos talentosos artistas costeños, en todos los cuales -debemos decirlo- percibimos el mayor respeto hacia nuestra música andina y el deseo de hacer las cosas bien.
[Quienes deseen escuchar “El campesino embejucao vallenato”, por favor, den clic izquierdo encima del enlace].
http://www.youtube.com/watch?v=Y9iAEj4FBiQ
Las reacciones, sin embargo, han sido disímiles. Los “andinistas puros” no logran digerirlo. Los “costeños puros” lo descalifican como un “vallenato cachaco”. Curiosamente, nuestro promotor radial en los departamentos de la Costa nos reporta que hubo hacia nuestro disco una actitud de bienvenida en los pueblos costeños, lugares donde se actúa con bastante independencia, no así en las ciudades, donde el dominio de las grandes disqueras impone en la red radiofónica que sólo se acepte a sus artistas. Lo que esperamos es que se haya entendido el mensaje y que éste tenga alguna receptividad. En todo caso, nosotros no nos prestamos para atizar odios entre regiones ni entre los hijos de una misma nación.
[Quienes quieran rememorar El campesino embejucao en su versión andina original, den clic, por favor, encima del enlace].
http://www.youtube.com/watch?v=V2M7U7SiX_4&feature=related
Lamentablemente, el abismo que separa a costeños y cachacos en materia musical sigue siendo enorme. Y, lo peor de todo, es que, lejos de reducirse, con el tiempo va aumentándose.
La invasión de la música costeña es tan absorbente y la actitud costeña hacia la música andina es tan hostil, que en algunos sectores andinos se empieza a poner en evidencia una profunda y creciente antipatía hacia el vallenato, quizás la expresión musical costeña más fuerte hoy en día. Ello explica la molestia que significó para algunos cachacos nuestro CD de “El campesino embejucao vallenato”. Alguien llegó a descalificarnos en un foro de Internet como “traidores culturales”.
En lo que a nosotros respecta, sin embargo, y tal y como se expresa en el saludo que intencionalmente se incluyó dentro del “campesino embejucao vallenato”, seguimos considerando que Colombia es una sola y que ya es hora de que así como a nuestra niñez y a nuestra juventud cachaca se les enseña a cultivar canciones costeñas, a la niñez y a la juventud costeña se les debe empezar a inculcar el respeto y afecto hacia las expresiones musicales andinas.
Eso no va a ser fácil. La exclusión de la música andina colombiana en las emisoras costeñas sigue creciendo, cada vez con más radicalismo. Y no sólo en las emisoras costeñas. También se acentúa en las estaciones radiales con asiento en esta tierra cachaca, buena parte de las cuales están siendo manejadas por costeños, con el agravante de que no son costeños con una visión universal de la música, y ni siquiera del país, sino con un furibundo y agresivo regionalismo.
A pesar de estas experiencias desagradables y desalentadoras, nos reafirmamos en nuestra posición de que la música no debe ser otro factor más de odio y de desunión entre los colombianos. Tan colombiano es el paseo vallenato como el bambuco; tan colombiano es Rafael Escalona como José A. Morales; tan colombiano es el departamento del Magdalena como Santander. Si seguimos en esta estúpida agresión regionalista, cada vez se nos alejará más el sueño de una Colombia unida. Mantenemos viva la ilusión que un día, hace diez años, cuando comenzábamos nuestra aventura en la música colombiana, le expresamos a ese gran hombre de radio e inmejorable amigo que es Julio César Galvis el Emperador, el mayor impulsor que el folclor vallenato ha tenido en estas tierras santandereanas, quien tuvo la deferencia inolvidable de interrumpir la programación habitual de La Vallenata, de Caracol, emisora de la cual era director, para dedicarle una hora a nuestra presencia en aquella estación radial y, desde luego, a nuestras canciones : la de poder, algún día, tomar parte en un gran concierto de pasillos, guabinas, danzas, rumbas criollas, valses, torbellinos y bambucos que se celebre en la Plaza Alfonso López de Valledupar.
De cara a la celebración del centenario de nuestro talentoso Lucho Bermúdez, no nos arrepentimos, pues, de haber grabado “El campesino embejucao vallenato”. Son otros los que tendrán que arrepentirse de haber utilizado la música, no para unir a la gran familia colombiana, sino para acabar de desunirla.
Ojalá no se preste para eso EL TIEMPO.
Ni el gobierno colombiano, por supuesto.