A PROPÓSITO DEL SEPTUAGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA DECLARACIÓN UNIVERSAL DE DERECHOS HUMANOS. Por: Héctor Hernández Mateus.

 

Se cumplieron 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que establece como de orden supremo el respeto a la dignidad de las personas, a su vida y honra, con garantías de igualdad y equidad, fundamentalmente, y el propender por un desarrollo integral, con las garantías que el Estado debe de dar a todos los ciudadanos, sin interesar creencias religiosas y políticas, y aún menos de tipo socio-económico.

Se lee muy bonito, pero ¿qué sucede en la realidad? un modelo de gobierno impositivo de impuestos y gravámenes; el monopolio económico arrollador, llamado neoliberal, donde se apabulla y relega al grueso de la comunidad, un Estado garantista, pero con los poderosos.

El pueblo-pueblo no tiene más forma de protestar que de manera callejera, método que es reprimido por el estamento estatal, mediante escuadrones de uniformados especializados, con el agravante de existir denuncias sobre infiltraciones para causar caos y así justificar la confrontación violenta contra los inermes sublevados y, para completar, líderes sociales asesinados o desaparecidos.

Son treinta artículos que acopian derechos de carácter civil, político, social, económico y cultural como fundamento de los Derechos Humanos, artículos que sería muy importante inducir al conocimiento y crear conciencia de su aplicabilidad. Se deberían dar a conocer en estudios ciertos y analíticos cada uno de los artículos componentes de lo que es este legado, fruto de tantas luchas, con pérdida de valiosas vidas, en todo el mundo y el sufrimiento de persecuciones por parte de muchos otros.

La causa primordial de tanta violación de los derechos humanos es el afán desaforado de lograr capitales o incrementar los ya existentes, sin interesar a quiénes se pisotea, transgrediendo los derechos mínimos que le corresponden a cualquier ciudadano, sea del estrato que sea. Las amenazas, que desembocan en desplazamientos, son en nuestro país, y muchos otros, causa de miseria y pérdida de la dignidad. Campesinos arrollados por obras de infraestructura, con pérdida de fuentes hídricas y derechos adquiridos por posesión a través de años de producción agrícola.

Los cuestionamientos deben de ser generales frente a los diversos actores de los atropellos, la investigación y juzgamiento, con el respectivo castigo, no debe de tener impunidad. Es mucho más inadmisible que se ejecuten por parte de agentes gubernamentales, aquellos que juraron defender la vida y honra del ciudadano, que además se lucran del erario, pero toman para sus acciones las armas y elementos de dotación oficial, pagados por quienes atropellan.

Este es un país donde se explota al obrero mediante artimañas como el obligarlo a ingresar al sistema cooperativo para así birlar la legislación laboral, las jornadas extenuantes de horarios y la no remuneración de esas horas extras. El manoseo de los monopolios del sistema de salud, donde “el paseo de la muerte” es el reflejo de la pérdida del valor de la vida; los afiliados a cada sistema pierden garantías, día tras día, contando con el silencio cómplice de los estamentos de control.

Un sistema financiero cada vez más estrangulador, beneficiario de un impuesto supuestamente temporal, que fue establecido con argumentos retrógrados, quita poder adquisitivo y genera disidencia en la industria y el comercio. La falta de programas efectivos en Educación, Vivienda y Recreación hace que sean derechos que, al igual que la Justicia, reposan en finos folios, como compromiso estatal, pero que, igual que otros más, vivan siendo sistemáticamente vulnerados. Elementales derechos pisoteados, que se agravan cuando parte de la sociedad se contamina con la cultura traqueta del dinero rápido, sin esfuerzo, obtenido mediante la consumación de delitos, que conexos llevan el menoscabo intelectual y físico de muchos jóvenes, especialmente.

Es, pues, el enriquecimiento de muy pocos, con la estela de dolor y muerte que, en familias humildes, son parte del paisaje sombrío de mi amada patria.

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HÉCTOR HERNÁNDEZ MATEUS. Reportero gráfico, dirigente deportivo y cívico, y conciliador en equidad santandereano. Es columnista del diario El Frente.

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