CARTAS A TOMÁS. Por: Leonardo Rodríguez V.

Carta II

Querido Tomás:

¿Qué pensarías tú de un entrenador de fútbol al que no le interesara conocer cómo juega el equipo contra el que tendrá su próximo partido? O ¿Qué pensarías de un capitán de barco que antes de emprender un viaje de varios meses no se preocupara por estudiar las características del mar que va a navegar o por saber si cuenta o no con suficientes provisiones para los meses que durará su viaje?
Seguramente me dirías que ese entrenador y ese navegante son unos imprudentes, porque no se interesaron en conocer aquello que era necesario para poder llevar a cabo sus tareas. Y lo más seguro es que por ello fracasen en sus intentos.
Pues bien, algo parecido se puede decir de aquellas personas que han decidido vivir sin interesarse por conocer un poco más sobre la sociedad en la que viven, sobre por qué ésta es como es, y simplemente la han aceptado tal cual, sin preguntarse jamás si lo que ven ante sus ojos, la realidad social y cultural que los rodea, ha venido a beneficiar al ser humano o si, quizá, ha sido todo fruto de un proceso en el cual se han perdido cosas valiosas para la humanidad.
En cierta forma, querido Tomás, al desinteresarse por el pasado el hombre moderno se condena a sí mismo a tener que aceptar en silencio lo que le ofrece el presente, como convencido de que no hay más opción pues lo que hoy se piensa y la forma en que hoy se vive, han sido fruto del ‘progreso’ y por tanto seguramente han de ser algo bueno.

Pero te pregunto ¿Qué pasa si las cosas han ocurrido de otra manera? ¿Qué pasa si este presente en el que vivimos no ha sido fruto del ‘progreso’, sino más bien del abandono de ciertos ideales que nuestros antepasados respetaban? ¿No valdría la pena entonces conocer todo aquello para poder tener así una mirada más justa y realista sobre la época actual?
Dicen por ahí que quien no conoce la historia está condenado a repetirla. Yo te diría más bien que quien no conoce la historia está condenado al silencio frente a lo que lo rodea, puesto que cree que no hay nada más, que lo que ve en frente de sí es todo lo que hay, sin más opciones ni posibilidades.
Piensa por ejemplo en una persona que hubiera sido criada desde su nacimiento dentro de una pequeña casa, siempre alimentada con la misma comida, viendo en la televisión el mismo programa, vistiendo cada día la misma ropa, etc.
Ignorando completamente todo lo que existe fuera de aquella casa: las demás casas, los demás tipos de ropa, de alimento, de programas de televisión. Convencido de que solo existe lo que ve dentro de su casa y nada más. Te pregunto: ¿No sería conveniente que esa persona conociera lo que hay afuera de su casa?
Esta sociedad actual en la que tú y yo vivimos es, en cierta forma, como esa casa del ejemplo anterior. Hoy la sociedad presenta unos modos de vida, unos ideales, unos ‘valores’, unas formas de pensamiento, etc., que a muchos les parecen los únicos posibles, los únicos existentes. Ignoran si hay otros modos de vida, otros ideales, otros valores y otras formas de pensar. Y como desconocen esto, no pueden evaluar si efectivamente lo que hoy les ofrece la sociedad es bueno, es lo mejor o lo más conveniente. Cuando uno no puede comparar, no puede decidir. No es completamente libre. Es como la persona del ejemplo anterior: si solo ha probado en toda su vida un tipo de alimento, ¿cómo puede saber si es realmente delicioso?

Es por todo lo anterior que considero importante que conozcas de dónde vienen las características que hoy exhibe la sociedad, qué hombres han aportado las ideas que hoy se tienen sobre las cosas y qué hechos han determinado la forma que hoy tiene el mundo. Si me has entendido bien, lo que intento en estas cartas es lo siguiente: que juzgues por ti mismo si el alimento que te ofrece la sociedad actual es verdaderamente delicioso o si allá afuera, en la historia, existen otros mucho mejores o no.

Con sincero afecto,

L.R.

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LEONARDO RODRÍGUEZ V. Psicólogo, filósofo, teólogo y escritor santandereano.

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