EL OJITO DE AGUA. Por: Manuel Enrique Rey Sanmiguel.

 

Así no haiga de creerme patrón, allá en el sitio donde está yaciéndose ese pozo brota un ojito de agua. En ese lugar, aunque usted no lo creiga, hace tiempo cual lágrima que rueda, existe una triste y máigica matica de agua sembrada. Hace tiempo corri agua en silencio que tardía que tempriainamente tendrá que confundirse con el mar, desde aquel tiempo que aunque bien sembraido y cuidaido dejó de existir un amor, por cuenta de un destino que golvióse imposible. Él está ahí, en ese chuchito de agua desde donde broita y ha de broitar siempre ese puro manantial.

Era una primeiriza. En una noche de invierno y de lluvia pertinaz se adentró en mi cuarto, era hija única. Había peneitrado en sueños quien predestinado estaba para ser el único capaz de arrancar sin darme cuenta dos cabellos, lustrosos y tiznados de mi bloinda corona y yoscura cabellera. Era yo una niña -como le dije- primeiriza. Esa noche hube soñado a mi matrimoniado arrejuntándolos en un chuchito que luego tapaba con un cabito de vela bendeicido, obtenido de sacroisantas manos maternales.

Mientras crecía, sembraido altivo alrededor del pozo había ansina abundante nacuma, aro, platanillo, matas de vijao. Hoy he golvido. Alguien ha escarbaido el pozo. Los cabellos, roto el chucho, se golvieron serpientes de agua finitas, atierraditas, azuleiticas. Las culebras de agua no deben de ser moridas, son ariscas, amores jugaces, aguas que hay que dejarlas correr sin pena. Si acaso las matas es como matar el agua, las escobas de anacuma, el árbol de cucharo pa´ hacer cucharas, el arrayán caminero. Hace más de veinte años que hubo jlorecido la aguaita. Hay que creyenciar la jé, llorar las joyadas por donde jluye agua esperanzadora, cangarejos de esos que andan pa atrás, jediondos caracoles y jorrocoyes.

Los pozos de agua son amores entieirrados en chuchos de ilusión, cuando alguien pretende apañar nuestros cabellos sedosos, juveniles, demónchiros. Alguien que hace brotar agua por encanto. Tunjo de oro enterraido por donde muchísima agua haiga que pasar. Esa es la creyenza. A veces, lamentablemente son escarbarios de pozos donde habrá de muerirse alguna ilusión.

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MANUEL ENRIQUE REY SANMIGUEL. Ingeniero químico, historiador y escritor santandereano. Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander. En su finca “El finco” cultiva diversos árboles frutales cuya producción comparte generosamente con sus amigos. Este relato forma parte de su libro en preparación Leyendas y mitos campesinos.

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