LA ACADEMIA DE HISTORIA DE SANTANDER DIO INICIO A LA TERTULIA LITERARIA MENSUAL
En la tarde del pasado martes 9 de julio, el presidente de la Academia de Historia de Santander, doctor Miguel José Pinilla Gutiérrez, dio inicio al nuevo proyecto de la institución al frente de la cual se encuentra: la tertulia literaria.
Bajo la dirección del doctor Rafael Saavedra, Ph. D. en Literatura, la primera tertulia giró en torno a la novela La Marquesa de Yolombó de Tomás Carrasquilla.
Bárbara Caballero y Alzate es una jovencita de la élite socioeconómica antioqueña de apenas 17 años que vive en Yolombó en plena época de la Colonia. A tan corta edad, ya le está pidiendo a su padre, hombre acaudalado, minero y además alcalde del pueblo, que le permita ir a la mina porque quiere conocerla. Su argumentación retrata las condiciones de la mujer en aquella época. El padre se opone, pero la que más se opone es la madre, pues nada tiene que ir a hacer una mujer distinguida en un lugar donde se desarrolla un trabajo que es exclusivo de los hombres y realizado por esclavos negros. Finalmente, más por amor a su hija que por convicción, el padre le permite ir, a pesar de la irreductible oposición materna, confiado en que son solo caprichos de juventud y que, dada la atmósfera tan pesada propia de la actividad minera, muy pronto se le pasarán y nunca más querrá volver por allá.
Bárbara conoce, entonces, el entorno de la minería y a las personas que allí laboran, viven y sufren.
La aristocrática joven comienza a mostrar una sencillez y un sentido de humanidad para con los humildes, que jamás se había visto en el duro ambiente de la extracción del oro. Ese trato humano hacia los demás le hace ganar el aprecio y el respeto de los mineros y de sus familias.
Para sorpresa del padre, su hija no parece dispuesta a abandonar la minería.
Más tarde, el padre —resignado ante la actitud decidida de su hija de seguir yendo a la mina— le empezará a premiar su colaboración dándole un pequeño porcentaje del producto de las extracciones de oro.
Gracias al manejo prudente de sus ingresos, la joven podrá llegar a proponerle a su padre —una vez adquiere capacidad jurídica— que le arriende, por varios años, una extensa zona de los aluviones, negocio que efectivamente se llevará a cabo y así Bárbara se convertirá en administradora de sus propias minas.
Sus capacidades para la administración de sus propias minas la hacen una minera próspera y esto la conduce a llegar a ser una mujer acaudalada.
En aquella época, sin embargo, no bastaba ser rico; también era de fundamental importancia para escalar en la sociedad y ocupar un sitial de honor el tener un título nobiliario.
En ese contexto, nace el primogénito del rey de España y a Bárbara se le ocurre no solo celebrar su nacimiento con una gran fiesta popular en honor al niño príncipe, sino que además le escribe una carta al rey congratulándolo por tan importante acontecimiento.
Y es que Bárbara se ha preocupado no solo por amasar fortuna propia, sino además por aprender a leer y a escribir, algo absolutamente exótico en aquellos tiempos para una mujer.
El rey de España queda gratamente impresionado por la misiva que le ha enviado aquella lejana súbdita suya de ultramar y por la celebración que ha hecho del nacimiento de su hijo, y en recompensa le otorga el título nobiliario de Marquesa de Yolombó.
El diploma que acredita su título le es enviado desde España y, entonces, se celebra en el pueblo antioqueño aquel acontecimiento y Bárbara comienza a ser reconocida y tratada como Marquesa.
Más allá de la envidia y de los comentarios despectivos que despierta en algunas damas de su propia familia, su título nobiliario acrecienta el respeto, la admiración y el aprecio que le tienen los más humildes.
La Marquesa de Yolombó construirá escuelas, templos y hospicios para que a los pobres se les brinde atención, todo lo cual incrementará cada vez más la admiración, la gratitud y el amor que el pueblo le tiene.
Un día cualquiera aparece un personaje que se presenta como Fernando de Orellana, miembro de la nobleza de España, quien se encuentra, según dice, realizando investigaciones en las zonas mineras de América con miras a concretar una inversión familiar y ha llegado hasta Yolombó atraído por la fama de sus minas y de su actividad minera, que tiene en la Marquesa de Yolombó a su más importante figura.
Muy pronto el recién llegado —de quien se llega a sospechar que no es más que un investigador que ha enviado España para indagar sobre si los mineros están dando estricto cumplimiento al pago del tributo que deben entregar a la Corona— entabla una relación de confianza con Bárbara, a quien le pide que no lo llame “Don”, ni “Señor”, sino que lo llame simplemente Fernando a secas, u Orellana a secas, a lo cual Bárbara responde con el argumento de la reciprocidad, esto es, le pide que él a ella tampoco la llame por su título nobiliario, sino por su nombre. El recién llegado le propone que, entonces, convengan en que ella hará de cuenta que su nombre es Marquesa y que, por ello, cuando él la llame así, la estará llamando por su nombre, a lo cual ella termina accediendo. Ella, a su vez, comienza a llamarlo Orellana.
Es de subrayar que la protagonista llega a pedirle a Fernando de Orellana que interceda por los indios para que se les exonere de tener que pagar tributos y por los esclavos negros para que se les conceda su libertad.
Más tarde, Fernando de Orellana le confesará que está enamorado de ella, que lo está desde que la conoció y le propone matrimonio.
Después de una meditación que cubre un par de días, en los que se aísla por completo, Bárbara lo acepta —impulsada además por sus propios padres y otras personas de su entorno— y se celebra entonces la boda en medio de un gran jolgorio. Al calor de estos acontecimientos, la Marquesa de Yolombó decreta la liberación de sus esclavos.
Posteriormente se anuncia que los nuevos esposos habrán de radicarse en España, por lo cual Bárbara tendrá que llevarse su oro y desprenderse de todas sus posesiones para convertirlas en dinero, cosa que efectivamente sucede.
Los esposos parten, pues, de Yolombó con destino a España en medio de una emotiva despedida popular y acompañados de unas indias cargueras y de los dos acompañantes con los que el noble español llegó al lugar.
Sin embargo, aquel sujeto resulta ser un embaucador: el supuesto Fernando de Orellana la duerme durante el viaje y desaparece. Sus dos acompañantes no son otra cosa que sus cómplices y este trío de farsantes se apropia de toda su fortuna y se la llevan a bordo de unas embarcaciones que previamente han dispuesto para la consumación del delito. Cuando ella despierta y cae por fin en la cuenta de lo que le acaba de suceder, enloquece. Varios días después es encontrada, completamente derrumbada física, psicológica y anímicamente, y la regresan a Yolombó en pésimas condiciones. Se adelantan averiguaciones con Santa Fe y con España sobre Fernando de Orellana, pero los registros no muestran a ningún noble con ese nombre, sino más bien los indicios apuntan a que los autores de la fechoría son tres sinvergüenzas de quienes ya se tenían malas noticias de sus andanzas. Jamás habrá de determinarse quiénes exactamente fueron los pícaros, ni su paradero.
Bárbara ha quedado en la ruina y burlada por el hombre con quien se casó en fastuosa ceremonia.
Entonces, comienza a presentar una grave agudización de sus trastornos mentales, entremezclada con estados de lucidez, hasta que se hace ya de conocimiento público que definitivamente ha perdido la razón, la cual solo recupera parcialmente mucho tiempo después, aunque continúa perdiéndola a intervalos.
En un momento dado la protagonista prescinde de su diploma que la acredita como Marquesa de Yolombó, el cual le regala a alguien que necesita el marco de vidrio que lo protege.
Su vida prosigue adelante, contando con la compañía de una persona que habiendo sido esclava suya fue liberada por ella, pero quien le ha manifestado su cariño y su decisión de quedarse acompañándola y sirviéndole. La protagonista mantiene incólume su fidelidad al rey de España cuando se avecina la Independencia, pues considera que la autoridad del rey viene de la voluntad de Dios y, por ello, desconocer esa autoridad es apartarse de la voluntad divina.
Una mañana Bárbara asiste a la misa y comulga, como suele hacerlo, pues ella mantiene con firmeza sus convicciones religiosas, al punto de que incluso ha hecho construir el templo de Santa Bárbara y ha exaltado con él en su pueblo la figura de la santa cuyo nombre ella lleva.
Aquella mañana la acompaña, como siempre, su fiel servidora.
Mientras las dos mujeres caminan de la iglesia hacia la casa, Bárbara siente una extraña sensación y se la hace saber a su acompañante; le dice que no sabe qué tiene, pero que se siente muy feliz, libre y liviana. La acompañante la conduce hasta una banca con el fin de que allí tome asiento mientras ella va a traerle el desayuno para que lo consuma allí mismo y no tenga que seguir caminando hasta el comedor de la casa. Ella se sienta allí y su servidora se encamina en busca del desayuno. Pero cuando regresa se encuentra con que la ilustre dama ha caído en “el sueño de los sueños”.
Así terminó la vida de Bárbara Caballero y Alzate, la Marquesa de Yolombó.
En desarrollo de la amena y enriquecedora tertulia, que comenzó con una exposición de su director, el académico Rafael Saavedra Hernández, acerca de la obra y de su autor, la académica Clarita Blanco de Galvis propuso que estas tertulias en la Academia de Historia de Santander se refirieran a obras de autores santandereanos.
A propósito de ello, el académico director de este blog y autor de esta nota, en su condición de académico de la institución, se refirió a Micaela Mutis, la mujer santandereana – de Girón concretamente y también de clase social aristocrática como La Marquesa de Yolombó – que aprendió a leer y a escribir, que también adquirió cultura y que gracias a su trabajo amasó también una fortuna, que acrecentó la que ya tenía por origen familiar, y quien, igualmente, reclamó en plena época colonial y en el seno de una sociedad machista, el derecho de la mujer a casarse con quien amara, y denunció, al defenderse en el sonado juicio que se le siguió por adulterio, el que se le hubiese obligado a contraer matrimonio con un hombre que le había impuesto su padre y a quien jamás ella había amado, por lo cual tampoco estaba obligada a guardarle fidelidad, personaje femenino este que, a diferencia de Bárbara Caballero y Alzate, no había contado con un Tomás Carrasquilla que hubiese novelado su vida.
El académico Miguel José Pinilla Gutiérrez recordó que, en todo caso, Aida Martínez Carreño había escrito y publicado un libro acerca de Micaela Mutis.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez recordó que en su blog se había referido a esa publicación de Aida Martínez Carreño sobre Micaela Mutis, pero que no se trataba de una novela, sino de un libro de historia que giraba principalmente acerca de ella y que, efectivamente, la historiadora había escrito a partir del escandaloso juicio que se le siguió a Micaela por adulterio.
El académico Miguel José Pinilla Gutiérrez rememoró que, en efecto, es un libro de Historia y se titula “Extravíos”.
El académico Rafael Gutiérrez Solano, por su parte, trajo a colación al personaje santandereano El Conde de Cuchicute y el libro que acerca de él publicó un hijo del historiador socorrano Horacio Rodríguez Plata, obra que traza un perfil de aquel personaje completamente distinto a la imagen que de él se ha difundido siempre presentándolo tan solo como un loco extravagante.
El director de la tertulia, académico Rafael Saavedra Hernández, rememoró la novela La otra raya del tigre, de Pedro Gómez Valderrama, sobre la vida de Geo von Lengerke, personaje que tuvo una amplia significación en el devenir histórico de Zapatoca y de Santander.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez corroboró que, efectivamente, había libros de autores santandereanos sobre personajes santandereanos, como esos dos, y además novelas santandereanas como La pequeña hermana, de Pablus Gallinazo, ganadora del Concurso Nacional de Novela Nadaísta convocado en Bogotá cuando aún no despuntaba la década de los años 70.
A propósito de la novela La Marquesa de Yolombó, el académico Juvenal Fonseca Moreno se refirió a lo explicado por el director de la tertulia sobre la costumbre antioqueña de saludarse con coplas e hizo lo propio para saludar el nacimiento del proyecto de la tertulia literaria en la Casa de Bolívar.
Ese saludo de la nueva tertulia en copla fue complementado por el académico Rafael Gutiérrez Solano con una copla suya que fue muy bien recibida, al igual que la anterior, por los asistentes.
Al respecto, el académico Óscar Humberto Gómez Gómez recordó, precisamente con el propósito de buscar un nexo de la obra antioqueña objeto de la tertulia con Santander, que esa costumbre de saludarse y despedirse con coplas, y en general el hacer coplas con diversos contenidos, como el amoroso, el satírico, el burlesco, etcétera, era algo que se empleaba también aquí en Santander; precisó que así como en Santander seguía existiendo la copla, en Antioquia existía la trova, en los llanos el contrapunteo y en el entorno vallenato la piqueria. A propósito de la importancia de la tertulia, explicó que La Marquesa de Yolombó la había leído primero por allá en los tiempos del bachillerato, pero que no recordaba haberle encontrado en aquel entonces el mismo sabor que le encontró ahora cuando la había releído gracias a la convocatoria a esta tertulia. Contó que en la nueva lectura de esa obra había encontrado datos especialmente importantes y algunos que han sido objeto de controversia como el del origen del bambuco colombiano, origen este que Tomás Carrasquilla en La Marquesa de Yolombó ubica en la música negra del África, y aclaró que ese era un planteamiento hecho por Jorge Isaacs, el autor de la novela María, de quien, por cierto, todo el mundo creía que esa novela era lo único que había hecho en la vida, cuando, por el contrario, Isaacs había sido muchas otras cosas aparte de escritor, entre ellas antropólogo, y que como antropólogo había llevado a cabo una investigación sobre las tribus indígenas del alto Magdalena y había propuesto esa hipótesis acerca de la procedencia africana y negra del bambuco colombiano; que esa hipótesis, acogida por Tomás Carrasquilla en La Marquesa de Yolombó, estaba revaluada, pero que de todas maneras, por proceder de quien procedía, seguía siendo una hipótesis respetable.
El académico Rafael Saavedra Hernández expuso que como éramos una academia de Historia, trataríamos de analizar siempre obras que tuviesen un trasfondo histórico y que, definitivamente, no era conveniente desechar obras de otras latitudes de Colombia y del mundo en la tertulia; que precisamente en el Centro Colombo Americano se iba a analizar durante la próxima tertulia la novela Los miserables, del autor francés Víctor Hugo.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez manifestó que indudablemente Víctor Hugo era un escritor inmenso y lo mismo lo era esa gran obra suya Los miserables, que incluso había sido llevada al cine varias veces; que para él en particular la mejor versión cinematográfica de la obra era la de los años 70, película en la que el inspector Javert fue interpretado por el actor Anthony Perkins.
El académico Rafael Saavedra Hernández advirtió que, de todos modos, las películas sobre las obras literarias no dan la misma visión que da el leerlas.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez, en respuesta al académico Rafael Saavedra Hernández, dijo que lo dicho por él era totalmente cierto, que leer la obra era irremplazable.
Además dijo que quería referirse a lo expresado por la académica Clarita Blanco de Galvis al comienzo de la tertulia en cuanto a que deberían analizarse obras de autores santandereanos. Al respecto, sugirió que siempre tratáramos de enlazar la temática de las obras analizadas en la tertulia con nuestro entorno santandereano, para así, de un lado, no perder la universalidad del conocimiento (pérdida en la que caeríamos si nos circunscribíamos exclusivamente a las obras de nuestros escritores), y, por el otro, no olvidar que nuestra prioridad como Academia de Historia de Santander es, obviamente, Santander. De esa forma conciliaríamos los dos extremos.
El académico Juvenal Fonseca Moreno dijo que, en cuanto a la diferencia entre la obra histórica y la obra literaria o cinematográfica que aborda unos hechos históricos, infortunadamente el historiador se tiene que sujetar rigurosamente a los hechos acaecidos y los debe narrar tal y como ellos ocurrieron, y que por eso la Historia se torna árida y a veces hasta aburridora para algunos, mientras que, en cambio, el literato sí puede adornar lo que escribe y por ello la literatura es mucho más amena y del agrado de las personas; que, por eso, a través de las novelas históricas, o de las historias noveladas, como se quiera decir, es más fácil atraer a la gente hacia el interés por los hechos históricos.
Se convino por unanimidad que, efectivamente, la tertulia continuará con la línea trazada por su director, es decir, se analizarán obras literarias en general, pero, en primer lugar, se preferirán aquellas que versen sobre personajes o hechos históricos; en segundo lugar, se procurará relacionar los temas abordados en las obras analizadas con Santander; y, en tercer lugar, se analizarán periódicamente obras de autores santandereanos. Todo ello, para conciliar la necesidad indiscutible de la universalidad con la sugerencia de la académica Clarita Blanco de Galvis acerca de priorizar las obras de autores santandereanos, con la necesidad de hablar siempre sobre Santander, y con el hecho indiscutible de que esta es, ante todo, una academia de Historia.
El académico Rafael Saavedra Hernández preguntó quién era, finalmente, Bárbara Caballero Alzate la Marquesa de Yolombó.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dijo que iba a hacer una síntesis muy concreta, muy resumida, de este personaje.
El académico Rafael Gutiérrez Solano le pidió que la síntesis no la hiciera tan breve, sino que se extendiera un poco para hacerla lo más completa posible.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez sintetizó, pues, que Bárbara Caballero y Alzate la Marquesa de Yolombó fue una mujer aristocrática, revolucionaria para su tiempo; una persona humanitaria que denunció la situación de sumisión absoluta de la mujer, que reclamó el derecho de la mujer a trabajar al igual que los hombres, que defendió la liberación de los esclavos y la exoneración del tributo para los indios, todo ello en plena época colonial, y que replanteó con su propio ejemplo el trato humanitario y digno que debía dársele a quien trabajaba, en este caso a quien lo hacía en las minas, en una época en la que se empleaba el látigo y el cepo. Pero también fue una persona que no pudo desligarse, que no fue capaz de desligarse nunca de su fidelidad a la monarquía, ni de sus profundas convicciones religiosas, que la llevaron a creer siempre que su desdicha había sido un castigo divino por su soberbia al haber aceptado el título de Marquesa.
El académico Rafael Saavedra Hernández replicó que a ella no se le podía exigir que rompiera con su fidelidad al rey porque las condiciones del momento histórico en que vivió no se lo permitían, pues en aquella época se entendía que la autoridad real provenía de Dios; ni tampoco a Tomás Carrasquilla le era posible hacer un deslinde radical con la religión en 1926, año de la novela, dadas las condiciones políticas de ese momento en Colombia.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez aclaró enseguida que él no estaba criticando, ni a la Marquesa de Yolombó, ni a Tomás Carrasquilla, pues era obvio que todo cambio de mentalidad tiene que darse dentro de unas condiciones históricas, socioeconómicas y culturales o, de lo contrario, cualquier intento de cambio fracasará irremediablemente y trajo a colación el caso de Espartaco, cuya lucha por la liberación de los esclavos estaba condenada al fracaso porque no estaban dadas las condiciones para que tuviera éxito ya que la sociedad de entonces no entendía la esclavitud como algo inmoral o ilícito; que su apreciación era solamente para tratar de concretar un perfil de la protagonista.
El académico Rafael Saavedra Hernández anota que Bárbara es antecesora de la lucha por la liberación femenina que se dará más tarde.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que, en efecto, lo es.
Agrega que, en todo caso, el machismo de aquella época colonial y la discriminación consiguiente de la mujer aún se mantienen hoy en día; dice que si, por ejemplo, un hombre grita cuando da un discurso se le tiene socialmente por un gran orador, como pasaba con Jorge Eliécer Gaitán, que era gritón y nadie le negó nunca sus calidades como orador, pero que si lo mismo hace una mujer, entonces socialmente se le tiene como una vieja loca y gritona.
La académica Clarita Blanco de Galvis apunta que eso es absolutamente cierto, que en nuestro medio esa descalificación se ve todos los días.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que nuestro machismo es tan evidente, que en este país, por ejemplo, jamás hemos tenido a una mujer de presidente.
La tertulia sobre La Marquesa de Yolombó culmina y el académico Rafael Saavedra Hernández pregunta si los asistentes desean proponer el siguiente libro o lo hace él como director de la tertulia.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez plantea la conveniencia de que antes se aborde y se defina el punto de si leer el libro que será tema de la tertulia es obligatorio para asistir a ella y para tomar parte en ella, porque cree que eso de la lectura del libro intimida a muchas personas que quizás desearían asistir, pero temen que, de pronto, se les pregunte sobre algo y queden mal en público porque no alcanzaron a leer el libro, y que por esa razón muchas personas prefieren no asistir a estas tertulias literarias; dice que en la invitación a la tertulia se debería ser muy claros en que leer el libro no es una condición, ni para asistir a la tertulia, ni para hacer preguntas, ni para incluso tomar parte en la discusión, porque los temas surgen casi que con vida propia y se puede hablar sobre ellos incluso sin haber leído el libro, como ocurrió en el caso de hoy con temas como la esclavitud, el trato digno del trabajador, el trabajo de la mujer, el machismo dentro de las familias y dentro de la sociedad, la sumisión de la mujer, el acceso de la mujer a la educación, etcétera.
El académico Miguel José Pinilla Gutiérrez dice que, en efecto, él por ejemplo tenía que confesar que no alcanzó a leer el libro, que terminará de hacerlo por supuesto, pero que sí es cierto que eso de no haber leído el libro a muchas personas las intimida; que se debe dejar en claro ese punto en las invitaciones.
El académico Rafael Gutiérrez Solano —libro en mano— admite que él tampoco alcanzó a leer el libro completo, hace una exposición sobre lo que personalmente observó en lo que lleva leído de la novela en torno a diversos temas y manifiesta que precisamente estas tertulias son muy enriquecedoras, que finalmente son una conversación entre amigos y que con ellas se pasa un rato de verdadero descanso escuchando y, de paso, se aprende.
El académico Rafael Saavedra Hernández dice que obviamente lo ideal sería que todos los asistentes a una tertulia hubieran leído el libro, pero que, efectivamente, el no haberlo leído no es motivo, ni para que se abstengan de asistir, ni para que se sientan intimidados en participar o para preguntar, pues el único que realmente está obligado a leer el libro completo es el director de la tertulia, o sea él, por obvias razones, lo cual concluye con risas.
Finalmente, y en consideración a que ese libro fue objeto de la tertulia literaria del Centro Colombo Americano y que, por cierto, fue del total agrado de la académica Clarita Blanco de Galvis, asistente también a aquella otra tertulia literaria, se anunció la novela El país de la canela, de William Ospina, como el libro que será objeto de la tertulia del mes de agosto, la cual se celebrará en la Casa de Bolívar, sede de la Academia de Historia de Santander, el martes 27 de agosto a partir de las 4:30 de la tarde.
Siendo las 6 de la tarde se dio por finalizada la tertulia y a continuación se ofreció una copa de vino a los asistentes, la que, dicho sea de paso, en cuanto al autor de estas líneas se refiere —y, al parecer, en cuanto a los demás asistentes también— terminó multiplicándose por tres.
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FOTOGRAFÍAS: La actriz colombiana Amparo Suárez como La Marquesa de Yolombó en la telenovela nacional del mismo nombre.
Tomás Carrasquilla. Revista Credencial.
El escritor colombiano William Ospina y la portada de su libro El país de la canela.
Qué hermosos aportes en la discusión y análisis histórico de la obra, con los equivocados costumbrismos de negarles a las mujeres no sólo su derecho al estudio, sino las capacidades para desenvolverse con suficiente propiedad en cualquier trabajo. Guardando las proporciones, es un trato como el que se les da a las mujeres en el Oriente Medio, Irán por ejemplo, y a mi modo de ver es tan solo una opinión muy personal -, su origen nace del contenido bíblico del Antiguo Testamento, en el que la mujer, como que se le castiga la conducta de conducir a Adán al pecado. Gracias a todos los participantes en esta tertulia y en especial a ti, Oscar Humberto, por tu excelente compendio.
De la MARQUESA en TERTULIA.
Mi comentario remito:
Y leída esta versión
De tan estimado juicio
Me permito el beneficio
Del relato y la experticia
De Académicos doctores
Estimando a Doña Bárbara
Caballero y Alzate
Como la Dama en principio
Que Carrasquilla esgrimiera
Como Bandera y Oficio
A nuestros ojos lectores.
Y al rechazar los rumores
De la sumisión tirana
Que obligaba de Marquesa
A Fernando de Orellana.
El pícaro españolete,
Sin sentimiento y razones
Al esquilmarle sus bienes
Valiéndose de su Título
Fingiéndole sus amores.
Y aunque distante, este asunto
Apuntó… que, al exaltar
Los valores
De la mujer colombiana,
Sea antioqueña, ribereña
De la Costa, o… bogotana,
Reviste su justo empeño
Y por los pobres reclama!!
En cada obrero ve un niño
Y le ofrece su cobijo
Confiando en su propio juicio
Diezmando sus propios bienes!
Con certeza y muy contenta
Al leer éste capítulo
Felicito a los Doctores!
Que continúen sus Tertulias
En el círculo Académico.
Que se lean Los Novelistas,
Los locales y extranjeros.
Reconocerles.. Sea fiesta
De palabra y sentimiento,
De bondad bien dirigida
De Saavedra, el Escudero
De la palabra bien puesta.
Y Juvenal, el coplero..
Que resolviera
En su copla las lides del Extranjero!
Como Don Sancho en batalla
Al chocar contra los vientos
De Molinería segura
Sin Adargas y sin Lanzas
Sólo al Viento..
Sólo al viento!
Y como viejo poeta
Capitán
De este tablero
Don Oscar Humberto
Siga..
Con su periódico.. Haciendo!
Comentando.. con su pluma!
Ejerciendo con su verbo!!
Rosa Victoria Mejía De Gómez
Miembro Correspondiente
De la Academia de Historia de Santander.
Julio 15 del año 2.019.
Rosa Victoria, Gran apreciación y forma de expresarla. Especial reconocimiento para el escrito de la materia. Felicitaciones por tu forma creativa.
Apreciado Oscar Humberto: le felicito por su compendio de tan interesante tarde literaria.
Motivos de salud —aún estoy en “Casa por Clínica”— me privaron de tan especial programación, pero Usted ha realizado una síntesis que le aplaudo y le agradezco.
Un abrazo.