La violencia en el cine ya tocó fondo hace rato. No obstante, a pesar de los males terribles que está causando esa perversa utilización de ella para que directores, productores, actores y demás miembros de toda la parafernalia que vive de lo que producen los estudios de Hollywood atiborren más sus abultadas cuentas bancarias, sigue dándose, no solo en la desgarrada Colombia, sino a lo largo y ancho de nuestro convulsionado y ensangrentado planeta, una aceptación morbosa de las películas que, con total desenfado, prácticamente la exaltan y hasta la han vuelto fuente de risa, como si, por ejemplo, la defenestración de un ser humano o el cortarle la garganta fuesen una manifestación del más fino y divertido buen humor.
Que los jóvenes —nada más, ni nada menos que el futuro de la sociedad, según la vieja, pero siempre vigente prédica— se sienten en una de las butacas de una oscura sala de cine a presenciar, mientras se comen un balde lleno de crispeta y se beben poco a poco un vaso gigantesco de gaseosa, a presenciar cómo se despedaza a un ser humano, cómo salta la sangre de los cuerpos destrozados de las víctimas, y, sobre todo, cómo el villano ridiculiza a las autoridades estatales y la ley solo es allí un rey de burlas más que trata inútilmente de competir con el perverso, pero lo único que logra es hacer el ridículo, no es sino la fiel expresión de la decadencia de una sociedad en la que los jefes de Estado —que deberían ser quienes guiaran a los pueblos de la tierra en la cada vez más inaplazable lucha por la paz— se insultan y se retan a pelear como patanes de barrio, y no hay día en que no se disfrute de la guerra, o al menos de la emoción que produce hablar de ella, ni hay día en que un nuevo hecho de corrupción, una nueva ofensa contra la vida y un nuevo desconocimiento de las mejores conquistas que había logrado la civilización no llene las páginas de los periódicos o —justamente a la hora del almuerzo, antes un momento propicio para el recogimiento familiar— no invada los hogares (o los restaurantes que los reemplazaron) a través de los ruidosos, atropellados, sesgados e insoportables noticieros de televisión, para los cuales lo que no sea violencia o política (aunque decir “violencia” y “política” es incurrir en lenguaje pleonástico) no merece ser incluido porque no cautiva a una audiencia que, como el público del Circo Romano, pareciera ávida de sangre.
Es decir, nos tocó vivir —o, mejor: sobrevivir— en una sociedad que, si atiborra las salas de cine para no perderse esos filmes, es porque está tan acostumbrada a la violencia, tan anestesiada frente al dolor del otro, tan apartada de los valores éticos, que, en el fondo de su alma colectiva, comparte la misma “filosofía” de vida de los personajes que están detrás de ellos.
Personajes como, pongamos por caso, el actor principal de la última versión de El Guasón, quien no tiene recato alguno en decir que “no es responsabilidad del cine dar lecciones de moral”.
Quizás tenga razón.
Aunque tampoco debería darlas de inmoralidad y de desvergüenza.
Oscar, en estos días recordaba el disco aquel de, ” yo soy rebelde porque el mundo me ha hecho así, porque nadie me ha tratado con amor, porque nadie me ha querido nunca oír….etc.”, esto daría para toda una tertulia, la verdad culpamos de nuestras actuaciones al sistema, al gobierno, a los demás, nunca nos miramos nosotros mismos, eso viene de siglos, no quiero contar el Guasón jajaja, pero eso me llevó a esta reflexión, la maldad es algo intrínseco del ser humano, podemos optar por el bien aun habiendo tenido experiencias totalmente adversas, o simplemente elegir el mal, esa es la batalla espiritual que nos acerca o nos aleja más de la humanidad, es el sentido de la vida, o de una vida con sentido superior; gracias por sus reflexiones; un abrazo.
Desafortunadamente, o tal vez desgraciadamente, es lo que nos está tocando ver y vivir .
Los adultos se han dejado arrastrar por este tipo de gustos tan desagradables permitiendo también que los jóvenes lo vean como algo normal
Y lo peor lo que nos falta por ver .
Cuando los valores morales se pierden, se pierde todo. No hay recato en ninguno de los campos de nuestra sociedad.
He oído comentarios de personas que han visto El Guasón desde otra perspectiva favorable. Otra óptica. No la ven como una apología a la violencia sino como otra manifestación de la sociedad humana. Tengo que verla para comentarla para ver desde cuál color del cristal es mi visión. Y creo que es equivocada su apreciación de que los jóvenes van a verla porque les encanta la violencia. Es posible que les encante, pero se va a cine con la expectativa de qué es lo que nos van a contar y de qué manera. Hasta ahora sé que la película es muy violenta, pero por su comentario. Espero que no me cuente el final, doctor Gómez. Mi saludo. Kekar.
La columna, realmente, no se refiere a la película, sino a la violencia en el cine y a la finalidad mercantilista que lo anima.
En cuanto a las palabras del actor, eso fue lo que él dijo.
Gracias por su mensaje, maestro Kekar; siempre es un placer saber de usted.
Cultura progresiva que ha ido conquistando espacios en la televisión, con nefastas consecuencias para la juventud, que ha tomado la de los “traquetos” como estilo de vida.
Vemos los resultados en nuestra área metropolitana.
Con gran exactitud describe y comenta tan decadente situación que sufrimos desde hace muchos años. Ya debemos revisar muy bien si queremos ver una película en casa con la familia; y terminamos en nuestro añorado cine de antaño. Es una gran pena para nosotros y la generación venidera, que sufran estos atropellos por los que manejan estos negocios, pues el arte como tal ya no se ve. Y de acuerdo con el comentario: es una enfermedad que cunde a todo lo bello y armonioso de todas las expresiones artísticas. Gracias. Óscar; agradecemos su Apología… Linda foto de la Sra. Nylse Blackburn Moreno; una gran felicitación.
Buenas noches Dr. Óscar.
No solo el cine, sino en general el arte todo: pintura, escultura, literatura, arquitectura, danza y música, ha venido sufriendo un proceso de decadencia que lo ha llevado desde las alturas de la expresión de la belleza, hasta los fondos más ruines del mundo pasional de los hombres. De disciplinas consagradas a la manifestación de la belleza, cada una a su manera, las vemos hoy consagradas más bien a la glorificación de las más bajas pasiones humanas. El cine de cierta forma las reúne a todas en la magia de sus escenas y de sus sonidos, por eso es quizá el que mayor alcance dañino puede tener. Los que se lucran de tales “creaciones artísticas” lo seguirán haciendo porque la fórmula les resulta rentable, a fin de cuentas nada más rentable que alimentar la bestia que duerme en todos nosotros.
Totalmente una realidad… se siente muuucha pena ajena y tristeza….