Bajo la dirección del doctor Rafael Saavedra Hernández, Ph. D. en Literatura y Miembro de Número, y con la presencia del señor Presidente de la Institución, el ingeniero e historiador gironés Miguel José Pinilla Gutiérrez, ex Rector de la Universidad Industrial de Santander (UIS), la Academia de Historia de Santander ofreció, el pasado martes 24 de septiembre a partir de las 4:30 de la tarde, la tercera tertulia literaria en la Casa de Bolívar, sede de la entidad.
En esta ocasión la obra objeto de la tertulia fue la novela LA TEJEDORA DE CORONAS, del escritor cartagenero Germán Espinosa.
Genoveva Alcocer —la protagonista— es una anciana de casi cien años de edad que ha sido delatada ante el Santo Oficio en Cartagena —ciudad a la cual ha regresado después de haber vivido durante más de medio siglo en Europa, y de haber nutrido su bagaje cultural en las canteras de los nuevos vientos intelectuales que corren en Europa con la Ilustración—, pues pretendía formar una Logia Masónica desde la cual impulsaría el conocimiento científico adquirido por ella en el Viejo Continente.
Investigada por la Inquisición, bajo la sindicación de brujería y herejía, sometida a torturas durante la tenebrosa investigación y, finalmente, condenada a morir en la hoguera, la anciana, desde el principio de la novela hasta su final, narra toda su larga vida, dirigiéndose a distintos destinatarios, incluidos la misma Inquisición y hasta el mismo lector de la novela, como si estos la estuviesen escuchando o fuesen leyendo lo que ella les va relatando en una larga narración oral o en una extensa carta imaginaria.
En su relato, la protagonista se remonta al lejano año de 1697 cuando un joven de 17 años, aficionado a la astronomía y profundamente enamorado de ella —en aquel entonces una mujer también muy joven y muy hermosa— de nombre Federico Goltar, descubre un nuevo planeta, el séptimo (pues hasta ese momento solo se habían descubierto seis).
El planeta descubierto por Federico es un planeta verde al que bautiza “Genoveva”, en honor a la joven que ama.
Sin embargo, el descubrimiento del nuevo planeta solo se lo puede revelar Federico a su novia, pues de lo contrario sería acusado de herejía y brujería, y se vería perseguido por la Inquisición, al igual que lo sería ella por complicidad.
Este séptimo planeta será descubierto en Europa al siglo siguiente, en los años 1700, y será bautizado con el nombre de Urano.
Pues bien: sucede que, poco después del descubrimiento del planeta Genoveva, filibusteros comandados por Juan Bernardo de Pointis (el barón de Pointis) y al servicio de las ambiciones del rey de Francia Luis XIV, el Rey Sol, invaden Cartagena luego de cañonear sus puntos de resistencia, entran a la ciudad, la saquean y hacen cuanto se les da la gana con sus pobladores. Genoveva es violada por los invasores, que permanecen en la ciudad aproximadamente dos meses, entre abril y mayo, cometiendo toda suerte de tropelías, abusos y saqueos.
La invasión —previas a las cuales se dieron unas tensas negociaciones— fue prácticamente permitida por el gobernador español de Cartagena, un sujeto inescrupuloso y corrupto de nombre Diego de los Ríos, que solo estaba preocupado por sus propios intereses ruines, incluido el de apoderarse del oro correspondiente al llamado quinto real. Este oro debía ser enviado al monarca español, pero el deshonesto funcionario se apropia de él.
Retirados los invasores, acosados por la peste, este indeseable sujeto no tiene escrúpulos para hacer creer que los culpables de haber cohonestado la invasión han sido unas personas inocentes a las que hace capturar y encarcelar. Entre las víctimas de su perfidia, está un fraile bonachón, Fray Tomás de la Anunciación, a quien un día hace sacar de su celda y ser llevado al lugar donde, sin fórmula de juicio, será fusilado. El ingenuo clérigo lo que creía era que iba a ser liberado y sin entender aún qué ha hecho para merecerlo, recibe la descarga. Otro de los inocentes acusados es el joven Federico Goltar, el descubridor de “Genoveva”, a quien los invasores han capturado y han obligado a entrar con ellos a la ciudad, vestido con traje de filibustero, mientras se burlan de las que aquellos patanes consideran sus pretensiones de astrónomo. La mirada que el muchacho trae, mezcla de confusión y de miedo, es advertida de inmediato por Genoveva Alcocer, que lo conoce y sabe que su joven y soñador novio no es culpable de nada. El corrompido gobernador lo hace ejecutar también como traidor a la patria, cuando realmente el único traidor a España era él mismo.
Durante la sangrienta invasión de los filibusteros, la familia Alcocer —excepto Genoveva— es asesinada.
(Un paréntesis: Como este individuo, el oscuro gobernador De los Ríos, finalmente huirá de Cartagena como una rata, España nombrará en su reemplazo, como gobernador encargado, a un verdadero patriota español, que ya había ocupado ese cargo antes del miserable De los Ríos: Sancho Jimeno.
Este honesto y valeroso militar, al contrario de lo que hizo De los Ríos, sí defendió sus trincheras hasta las últimas consecuencias, incluso hasta quedar completamente solo, pues los demás combatientes murieron o se rindieron. Sancho Jimeno fue capturado. Sin embargo, Pointis, el invasor, lo trató con respeto, lo hizo recluir en un lugar digno y, ante el hecho de que se había quedado sin espada, le regaló la suya. Por estos hechos, Sancho Jimeno habrá de ser juzgado por España, pero terminará absuelto).
Retomando el hilo, Genoveva Alcocer, ya sin familia, sin su novio, y con la familia de este odiándola (pues los Goltar atribuyeron todo lo acaecido a un castigo divino por los amoríos de Federico con quien consideraban una vulgar prostituta), y contando con lo único que había podido salvar del desastre, las joyas de su mamá, pues las había enterrado apresuradamente en el patio de la casa cuando ya se avecinaba la invasión, parte a recorrer el mundo con dos geógrafos que han llegado a Cartagena y, admirados de su talento e interés en el estudio, le proponen irse con ellos.
Para el momento en que Genoveva se marcha de Cartagena han transcurrido 15 años desde la terrible invasión de los franceses.
En su largo periplo por el mundo, Genoveva Alcocer se radica en París y allí conoce al joven Luis María Arouet (Voltaire) con quien tiene amoríos y relaciones. Gracias al filósofo, afianza su personalidad de librepensadora e ingresa a la Logia Masónica. Aunque la masonería, por regla general, no aceptaba sino hombres, la de Francia era una excepción.
Más de medio siglo después, Genoveva decide regresar a Cartagena con el propósito de iluminar a su gente con la luz de los conocimientos adquiridos en Europa.
En su viaje de regreso, llega a Norteamérica donde conoce al joven general George Washington, quien está luchando por la Independencia de los Estados Unidos enfrentando con sus tropas a los casacas rojas de Inglaterra.
A raíz del naufragio de la embarcación en la que viaja, conoce a quien la rescata, un navegante de nombre Apolo Bolongongo, que la presenta con los miembros de la Cábala.
Genoveva llega a Cartagena con el propósito de fundar una logia masónica desde la cual piensa irrigar los conocimientos que Europa le permitió adquirir. Sin embargo, es denunciada ante el Santo Oficio, capturada, torturada, juzgada y condenada a morir en la hoguera.
Me parece importante reseñar algunos rasgos característicos que observé en la obra y referirme a su autor:
El relato novelístico involucra personajes y hechos reales que, entremezclados con otros ficticios, le dan un carácter de verosimilitud.
El relato no es lineal; por el contrario, el lector tendrá que armar un rompecabezas con las diversas piezas formadas por relatos de diversos momentos históricos y de distintas vivencias por las que llegó a atravesar la protagonista.
La novela le da voz a alguien que en aquella época y en la historia oficial no tenía voz: la mujer.
Además, le da a Cartagena la singular importancia que tuvo, al igual que Portobelo, en aquellos tiempos.
Destaca que estas dos ciudades se convirtieron en objetivo de la ambición de los poderosos y por ello fueron asaltadas e invadidas.
(Es de anotar, a manera de paréntesis histórico, que la decidida resistencia de Sancho Jimeno a la invasión de Cartagena por parte de Francia será repetida en el siglo siguiente por la resistencia —esa sí exitosa— de Blas de Lezo a la invasión de Cartagena por parte de Inglaterra).
La característica principal del estilo de Germán Espinosa en la novela es su densidad retórica, notoria desde la primera página. En otras palabras, emplea un estilo barroco.
La protagonista, al vivir una extensa parte de su vida en Europa, sufre un proceso de transculturación. Pero no es un proceso perfecto: la endoculturación que ha recibido en Cartagena reaparece y hasta se impone, como cuando muere Marie, personaje de la novela que Genoveva Alcocer asocia como la reencarnación de su novio Federico Goltar.
En la novela aparece una joven mujer que también va a ser ajusticiada, la Bruja de San Antero. Empero, por momentos pareciera que la Bruja de San Antero y Genoveva Alcocer son la misma persona. En efecto, mientras inicialmente ella precisa muy bien que la Bruja de Antero es una joven que le ha tocado como compañera de celda, con el tiempo termina dudando de si no será, más bien, ella misma.
También aparece Bernabé, un esclavo negro suyo a quien también se le dirige reconociendo que tuvo con él relaciones sexuales, que él la amaba, pero que ella a él no, y que no podía hacerlo porque, a pesar de que un hombre sí puede amar a una mujer de condición social inferior, una mujer no puede hacer lo mismo con un hombre de condición social inferior. Sin embargo, en su monólogo le aclara que ella nunca consideró a los esclavos negros como inferiores.
Aparecen también en la novela el inquisidor Miguel Echarri y una mujer de nombre Hortensia García.
El inquisidor sostiene relaciones sexuales con Hortensia, pero esta termina conviviendo con el nefasto gobernador Diego de los Ríos.
Cuando el inquisidor Miguel Echarri decide investigar la conducta del inmoral gobernador, acude donde Hortensia con el fin de pedirle que no haga públicas sus relaciones, para evitar un escándalo y que se crea que lo está persiguiendo por meras razones personales. Empero, Hortensia le responde con una actitud de burlas y de duros reproches, ante la cual no le queda otro camino que marcharse.
Genoveva Alcocer es, en suma, una mujer perseguida porque piensa distinto.
Pero no solo Genoveva Alcocer, su personaje, sufre persecución religiosa. En el año 1954, por haber publicado su primer libro de poemas, titulado “Letanías del crepúsculo”, Germán Espinosa es expulsado por los jesuitas del colegio. ¿La razón? El erotismo de sus poesías.
La clave del éxito de la obra de Espinosa es que habla de su propio entorno, pues nació en Cartagena y la conoce perfectamente. Ese conocimiento le permite las precisas descripciones que hace de ella.
Hay dos elementos por resaltar: uno es la luna, el otro es el espejo.
La luna trae malos presagios; el espejo permite la contemplación de ella misma y la evocación de su historia.
Espinosa maneja el elemento tiempo en forma enteramente libre y arbitraria. Así, por ejemplo, Genoveva piensa, con alegría, que ha sido la artífice de que en el Colegio Mayor del Rosario, en Santafé, el joven cura José Celestino Mutis haya podido enseñar la teoría heliocéntrica de Nicolás Copérnico al menos como una “hipótesis”. Ello habría sido posible gracias a su diálogo con el papa, que en ese entonces era Benedicto XIV.
Por supuesto, el diálogo entre ella y Benedicto XIV es producto de su imaginación, pues este ejerció el papado en los años 300 y ella está hablando en los años 1700.
La forma como está redactada la novela, sin puntos, solo con comas, fue objeto de debate en desarrollo de la tertulia.
El académico Efraín Mantilla Azula señala que la carencia de puntos no permite que el lector llegue a ningún descanso dentro de la extensa lectura de la obra y esta se vuelva fatigosa.
El académico Gustavo Galvis Arenas complementa que esa carencia de signos de puntuación dificulta no solo la lectura, sino también la comprensión de la obra.
El académico Rafael Saavedra Hernández explica que la literatura atraviesa por diferentes épocas, que en cada una de ellas dominan determinados estilos literarios y diferentes temas acerca de los cuales los autores escriben; que por aquellos años en que Germán Espínosa escribió la novela, la cual hay que aclarar que duró varios años escribiéndola, al mundo literario lo dominaba el “Boom” latinoamericano y que el gran desafío para los nuevos escritores era el de hacerle frente a la escuela literaria dominante, apartándose de ella, incluida su forma de escribir; que ese reto lo asumió Germán Espinosa y por ello se propuso tomar distancia del realismo mágico, que era lo dominante en ese momento; realismo mágico que no había comenzado, como se cree, con Gabriel García Márquez, porque desde antes de él ya existía.
La académica Clara Blanco de Galvis dice que, con mucho respeto y probablemente ustedes no me aceptarán lo que voy a decir, pero a mí me parece que en Germán Espinosa se observa un tanto de arrogancia, un decir: “yo aquí, escribiendo de esta forma, sin puntuación, demuestro que soy capaz de romper con lo que hay, de demostrar que soy diferente”.
El académico Rafael Gutiérrez Solano (quien llegó cuando ya la tertulia había comenzado), interviene y dice que, en primer lugar, por haber llegado un poco tarde y porque sabe que en la tertulia se avanza bastante en poco tiempo, es posible que ya se haya tocado el tema, pero que, en todo caso, quiere hacer la observación, muy personal, de que Germán Espinosa, a su parecer, imita un tanto a Gabriel García Márquez. Yo no estoy diciendo, o sugiriendo —precisa— que lo copie, pero sí pareciera ir en la misma dirección de estilo y de fondo, pues también aborda la realidad latinoamericana, como podríamos decir que lo hace García Márquez en obras suyas como “Cien años de soledad”.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez aclara que, más que imitar a Gabriel García Márquez, lo que Germán Espinosa trata de hacer es marcar una diferencia con él. Dice que en el realismo mágico garciamarquiano la realidad se enlaza con la fantasía, como acontece, por ejemplo, con el padre párroco de Macondo, el padre Nicanor Reina, que cuando tomaba chocolate levitaba, o sea que se elevaba del suelo; o con Remedios La Bella, que cuando estaba recogiendo de las cuerdas de alambre las sábanas blancas que había colgado para secarlas al sol, y debido al fuerte viento que sopla en la costa, termina elevándose y sube a los cielos en cuerpo y alma; o cuando Melquiades llega al pueblo vendiendo sus cachivaches, comienzan los tenedores, los cuchillos, las cucharas, las sartenes y todos los objetos de metal a salir disparados de las casas, y era porque llevaba unos grandes imanes; y así sucesivamente, mientras que, en cambio, en “La tejedora de coronas” no se dan esas escenas mágicas; el concepto que se maneja es otro.
El académico Rafael Saavedra Hernández precisa que sí, que realmente en la obra de Espinosa no hay realismo mágico y que es normal que, cuando una determinada escuela narrativa impera, haya escritores que traten de separarse de su dominio, de escribir diferente, de trazar como un deslinde con lo que está en boga, y que eso es parte del interés que se tiene en ser originales.
El académico Rafael Gutiérrez Solano dice que, por supuesto, tanto la obra de Espinosa como el escritor mismo son muy importantes para la literatura colombiana…
El académico Rafael Saavedra Hernández acota que también para la literatura latinoamericana e incluso para la literatura mundial.
El académico Rafael Gutiérrez Solano prosigue:
Sí, claro, tienen una importancia latinoamericana, e incluso mundial, a tal punto que “La tejedora de coronas” fue declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad; pero sí se advierte un cierto aire garciamarquiano en la novela; eso no quiere decir que esté mal. Agrega que el propio García Márquez llegó a decir que los signos de puntuación debían ser eliminados, y no solo los puntos, como lo hace Espinosa, sino también las comas, que las comas no eran necesarias, así como también debían abolirse los adverbios terminados en mente, que esos adverbios al final de cuentas no significaban nada en concreto y no deberían emplearse.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que él realmente no conocía a Germán Espinosa, y que precisamente es otra de las cosas que debe agradecerle al doctor Saavedra, que lo haya puesto en contacto con un escritor tan formidable; que, sin embargo, sí encuentra una similitud de estilo, en cuando a la supresión de los signos de puntuación, con una novela de Gabriel García Márquez en la cual este escritor también escribió toda la obra casi que prescindiendo de los puntos.
El académico Rafael Saavedra Hernández anota que sí, que efectivamente se trata de “El otoño del patriarca”.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que es correcto, que a esa novela, “El otoño del patriarca”, es a la que se está refiriendo; que esa obra causó mucha controversia en su momento por el nuevo estilo al que se había atrevido a incursionar García Márquez al prescindir de las comas; que eso a muchos no les había gustado en absoluto.
La académica Clara Blanco de Galvis interviene para insistir en que, precisamente, esto que se está comentando le da la razón a ella cuando afirma que en Germán Espinosa pareciera haber una cierta arrogancia, un decir: “Si García Márquez escribió de corrido sin comas, yo puedo escribir de corrido con comas, pero sin puntos”, o sea —agrega— que en “La tejedora de coronas” Germán Espinosa pareciera querer demostrar que si “El otoño del patriarca” se escribió sin comas, “La tejedora de coronas” se podía escribir con comas, pero también de corrido.
El académico Rafael Saavedra Hernández pregunta por qué creen los asistentes a la tertulia que Germán Espinosa escribió “La tejedora de coronas”, y procede a explicar la pregunta; dice que cuando se analiza una obra se pregunta “quién”, “qué”, “cómo” y “por qué” o “para qué”. Que en este caso, ya respondimos quién escribió la obra, que fue Germán Espinosa; y ya respondimos qué escribió, que fue una novela con las características ya comentadas; cómo la escribió: la escribió en un estilo depurado, para algunos barroco, y prácticamente prescindiendo de los puntos; pero la pregunta es ahora: ¿para qué la escribió? ¿qué buscó al escribirla? ¿qué creen los asistentes que persiguió con esta novela su autor?
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que quiso exaltar a la mujer como protagonista de la historia.
El académico Rafael Saavedra Hernández agrega que sí, que exalta a la mujer como protagonista de una novela histórica; pero no solo a una mujer, sino a una mujer carente de fama, a una mujer del común, una mujer de clase social digamos sobresaliente, pero sin ser una dama de alcurnia.
El académico Rafael Gutiérrez Solano dice que quiso también poner de presente cómo fue de dura la lucha por el conocimiento. Anota que la lucha por el conocimiento siempre ha sido muy difícil porque para sectores retardatarios, para quienes como la Iglesia se basan en unas verdades a las que se le atribuye un carácter de eternidad, el que se descubra que esas verdades realmente no lo son tanto, o que están abiertamente en el error, no es fácil de asimilar y se hace todo lo posible por evitar que el conocimiento científico se conozca.
El académico Rafael Saavedra Hernández agrega que también buscó denunciar el racismo. Anota que el racismo sigue siendo, aun hoy en día, un problema vigente en la sociedad cartagenera.
El académico Gustavo Galvis Arenas dice que también buscó cuestionar a la Inquisición, que era en aquella época un verdadero poder político.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que también buscó denunciar que la corrupción oficial dominaba dentro de la sociedad cartagenera.
El académico Rafael Saavedra Hernández explica que, además, la Cartagena que describe Espinosa en “La tejedora de coronas” no es la Cartagena esplendorosa, sino, todo lo contrario, una Cartagena venida a menos, una Cartagena que atraviesa una época de decadencia. Pero expone que, a pesar de esa decadencia, que es evidente en la obra, la Cartagena de “La tejedora de coronas” conserva esa majestad colonial, esa belleza particular que tiene Cartagena, así sea una Cartagena venida a menos.
El académico Rafael Gutiérrez Solano dice que quiere hacer una pregunta; cuando era niño —rememora— , mi padre, Rafael Gutiérrez Ribero, que ya murió, llevó a la casa unos libros muy bonitos, muy atractivos, sobre piratas; que estos personajes, los piratas, eran admirados por los niños de entonces, porque los veíamos como a unos héroes, cuando en realidad, dicho sea de paso, vemos, incluso por esta obra de Espinosa, que no eran más que unos bandidos; y dice que en esa obra, con ilustraciones en colores, muy llamativas, estaban los lugares donde estos personajes habitaban, o donde desarrollaban sus actividades, o de donde procedían; y un lugar que jamás olvidé fue la isla de Tortuga; que en “La tejedora de coronas” aparece una isla de Tortuga, pero que hay al menos tres o cuatro lugares con ese nombre, uno en Ecuador, otro en Venezuela y otro por los lados de Haití; incluso hay, creo, uno en el Perú; y que la pregunta es, entonces: ¿a cuál isla de Tortuga se referirá Espinosa?
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que debe recordarse que Genoveva Alcocer va descendiendo desde los Estados Unidos hacia Cartagena —porque ella de Francia llega primero a Norteamérica, donde por cierto conoce al joven general George Washington— y en el trayecto naufraga en el Mar Caribe, precisamente en las proximidades de la isla de Tortuga, y es cuando la rescata el barco de un tal Bolongo no sé qué, que la introduce en el mundo del esoterismo, de la Cábala; luego la novela debe referirse necesariamente a una isla de Tortuga ubicada en el Mar Caribe; en su texto se le ubica cerca de República Dominicana.
Después de escucharse en desorden varias opiniones, se concluye que la novela se refiere a la isla haitiana de Tortuga. (Es de recordar que Haití y República Dominicana conforman una isla, La Española).
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que no quisiera que la tertulia se acabara sin haber hecho un par de observaciones: una, es la de que la corrupción que se vivía en la Cartagena de aquel entonces, sigue incólume hoy en día; que, para no ir tan lejos, esta mañana salió la noticia de que hoy, hoy mismo, ha estallado en Cartagena un tremendo escándalo de corrupción que involucra al gobernador de Bolívar, a un político condenado por parapolítica, a su hijo, que es el candidato que ya se perfila como el nuevo gobernador, un personaje de apellido Blell, y, en fin, a toda una banda de delincuentes que estaban manejando los contratos administrativos a gran escala y con métodos totalmente corrompidos y ya estaban comprometiendo toda la contratación venidera para cuando Blell llegara a ser gobernador.
El académico Rafael Saavedra Hernández interviene para manifestar que sí, efectivamente, la corrupción que imperaba en Cartagena en los siglos en que transcurre “La tejedora de coronas”, la corrupción del propio gobernador Diego de los Ríos, que es como decir la corrupción en la propia autoridad, es la misma corrupción que nos agobia hoy en día, la de los políticos corruptos que, a pesar de serlo, siguen llegando a los cargos; pero dice que la corrupción es un fenómeno social, no solo del Estado; que cuando me cuelo en la fila, pasando por encima del turno de los demás, sin respetar a los que llevan ahí haciendo cola mucho tiempo, estoy actuando como un corrupto; que quiénes hacen posible que políticos públicamente cuestionados, reconocidos como corruptos, incluso condenados por corruptos, se lancen y vuelvan a elegirlos; que deberíamos preguntarnos cómo hacer, entonces, qué tenemos que hacer para acabar con la corrupción, porque ella es la causa de todos los males que nos agobian.
La concurrencia, con diversos comentarios vertidos en desorden, muestra su escepticismo al respecto.
Se reanuda la intervención del académico Óscar Humberto Gómez Gómez quien dice:
Y la otra observación que quería hacer es que no se puede caer en una visión sesgada de la historia, que estos libros son muy buenos, pero solo presentan siempre una cara de la moneda y dan a entender que los del otro lado eran unos seres perfectos, que del otro lado no hubo nada reprochable; dice que, como católico que es, quiere poner de relieve que así como, indudablemente, la Inquisición fue una vergüenza, que marcó una época lamentable en la historia de la Iglesia, también hay que ser justos y reconocer que no siempre la Iglesia estuvo en contra del conocimiento, que, por el contrario, está demostrado que, por ejemplo, en la Edad Media fue la Iglesia la que preservó las grandes obras de la filosofía griega, las grandes obras de las ciencias de la Antigüedad, las salvaguardó de la destrucción, a través de los monjes que las conservaron; que sería bueno que el péndulo no girara hacia un solo lado, sino hacia ambos. Dice que, a propósito de la presencia de la Iglesia Católica en Cartagena, se habla de los inquisidores, pero nada se dice, por ejemplo, de un Pedro Claver. Que se exalta siempre a la época de la Ilustración, del Siglo de las Luces, a Voltaire, a la Enciclopedia y demás, y se hablan solo bellezas de la Revolución Francesa, pero poco se habla de a qué caos condujo este movimiento que fue la Revolución Francesa; no se dice que los revolucionarios franceses terminaron contradiciendo sus propios principios, como por ejemplo el de la libertad de expresión, el derecho de los hombres a pensar diferente, porque mandaron a la guillotina a quienes no estaban de acuerdo con ellos; que, además, se proclamaron allá en Francia, con bombos y platillos, los derechos del hombre, pero nada se dijo sobre los derechos de la mujer, que la mujer fue totalmente negada, que tuvo una mujer que redactar la Declaración Universal de los Derechos de la Mujer, y eso fue a costa de su propia vida, porque terminó también en la guillotina; que mataron a científicos, como sucedió con Lavoisier, el gran químico, a quien también mandaron a la guillotina; que a los girondinos, por pensar distinto a como pensaban los jacobinos, estos los hicieron también ejecutar en la guillotina. Y eso pasa hoy en día, aquí mismo en Colombia, donde si alguien se atreve a verter una opinión en contra de cualquier grupo armado…
Alguien dice: “… del ELN…”
El académico prosigue:
“…del ELN o del que sea, hasta lo asesinan al otro día. El caos termina negando la libertad. Como dice nuestro escudo nacional, además de la libertad se necesita del orden, pues la sola libertad, sin un orden que le sirva de contrapeso, termina convertida en libertinaje.
El académico Rafael Saavedra Hernández dice que, en cuanto al primer aspecto, sí, es cierto que la Iglesia protegió las grandes obras y que en este sentido hay que destacar a los monjes copistas.
El académico Gustavo Galvis Arenas agrega que, ciertamente, en esa época aún no existía la imprenta, y si no hubiera sido por ellos, que las copiaron y las pusieron a salvo, las obras probablemente se hubieran perdido para siempre debido a la destrucción que causan las guerras.
El académico Rafael Gutiérrez Solano interviene para decir que adhiere a la observación sobre los excesos que hubo en la Revolución Francesa; que, sí, que fueron muchos los crímenes, muchos los inocentes que murieron, y que incluso en una oportunidad en la que se le quitó la vida a un inocente, alguien dijo que haberlo hecho, más que un crimen, había sido un error.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez pide que, a propósito del punto planteado por el director de la tertulia sobre la Cartagena decadente, la Cartagena venida a menos que Germán Espinosa describe magistralmente en “La tejedora de coronas”, se le permita leer un famoso soneto del poeta cartagenero Luis Carlos López, que describe, desde el mundo de los versos, a esa misma Cartagena que ha dejado atrás sus glorias del pasado y se halla sumida en la decadencia.
El director de la tertulia le responde que, claro que sí, que lea el poema.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que se titula “A mi ciudad nativa”, que tiene un epígrafe de J.M. de Heredia: “Ciudad triste, ayer reina de la mar”, y dice así:
“Noble rincón de mis abuelos: nada
Como evocar, cruzando callejuelas,
Los tiempos de la cruz y de la espada,
Del ahumado candil y las pajuelas…
Pues ya pasó, ciudad amurallada,
Tu edad de folletín…Las carabelas
Se fueron para siempre de tu rada…
¡Ya no viene el aceite en botijuelas!
Fuiste heroica en los tiempos coloniales,
Cuando tus hijos, águilas caudales,
No eran una caterva de vencejos.
Más hoy, plena de rancio desaliño,
Bien puedes inspirar ese cariño
Que uno le tiene a sus zapatos viejos”.
Los asistentes comentan sobre la hermosura del poema de Luis Carlos López.
El académico Rafael Saavedra Hernández advierte sobre la conveniencia de tener claro el significado de los vocablos empleados en la obra; pregunta, a manera de ejemplo, por el significado de “paujil” y de “pajuil”.
Después de escucharse comentarios diversos, se aclara que el primer vocablo se refiere a un pájaro y el segundo, a un árbol.
El académico Rafael Gutiérrez Solano dice que, sí, que esta novela no solo hay que leerla dos veces, y hasta tres, sino que hay que hacerlo con el diccionario al lado.
El director de la tertulia dice que ha llegado la hora de darla por terminada y, por ello, procederá a referirse al libro que será analizado en la siguiente.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que, antes de que se disuelva la tertulia, quisiera, aprovechando la presencia del académico Gustavo Galvis Arenas, felicitarlo por su libro sobre Antonia Santos e invitarlo a que siga escribiendo literatura, pero que ojalá cuando lo haga, cada vez más deje a un lado al historiador; porque el historiador se siente sujetado a relatar estrictamente solo lo que está documentado, y debido a ello por lo general el relato de la historia es literariamente árido; en cambio, quien escribe literatura es libre de poner a volar la imaginación; que invita al doctor Galvis Arenas a soltar definitivamente las amarras y a dejar ir su imaginación en total libertad, porque ve en él a un buen escritor; que, en el caso de su libro sobre Antonia Santos, por ejemplo, el relato de la llegada del padre de Antonia Santos a su hacienda, el galopar de los caballos, el cansancio de los viajantes, los diálogos entre los personajes preparando la formación de la guerrilla de Coromoro, etcétera, lo transportan a uno a esa época.
El director de la tertulia interviene para decir que, precisamente, el próximo libro de la tertulia será el del académico Gustavo Galvis Arenas.
Los asistentes reciben con beneplácito el anuncio.
El académico Gustavo Galvis Arenas, sonriente, agradece al académico Óscar Humberto Gómez Gómez sus palabras, y al académico Rafael Saavedra Hernández, que su libro sea el próximo que será analizado en la tertulia.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que le hubiera gustado cerrar la tertulia leyendo el final de “La tejedora de coronas”, por la descripción que, a manera de vaticinio sobre lo que le espera, hace la protagonista, Genoveva Alcocer, de lo que en aquella época era un auto de fe, como se llamaba el acto público en el que eran quemadas las personas condenadas por el Santo Oficio por herejía y brujería; dice que hay que aclarar que el Santo Oficio como tal jamás condenaba a nadie a morir en la hoguera y que por eso se jactaba —como lo dice la propia Geneveva— de que nunca había matado a nadie; lo que ocurría era que el Santo Oficio entregaba al reo a las autoridades civiles y eran estas las que hacían su parte; pero que, para no dilatar la tertulia, que ya había terminado, se abstenía de leer ese final.
La académica Clara Blanco de Galvis interviene para pedir que se lea, que le parece muy importante no cerrar la tertulia sin antes haberlo leído.
Todos los asistentes y el director de la tertulia respaldan la petición.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que, para que no quede tan largo, solamente leerá los últimos renglones, por su particular belleza.
El académico Miguel José Pinilla Gutiérrez dice que no, que lea el final completo, todo lo que pensaba leer, que no importa que sea extenso, que no tenemos afán de irnos.
La académica Clara Blanco de Galvis le dice al académico Óscar Humberto Gómez Gómez que si se cansa, ella continúa la lectura cuando él lo diga; que le indique desde qué página va a leer, para irlo siguiendo.
El académico Óscar Humberto Gómez Gómez dice que, entonces, va a leer desde la página 553, y, en efecto, lee: “… y yo reí de espléndida gana, y rió la bruja de San Antero, rió, sí, con harto buen humor, ella que mañana, cuando el sol se apague en el crepúsculo y brille lejano y pérfido el planeta Genoveva, vestirá un sambenito donde se represente un busto sobre ascuas, rodeado de llamas, un cucurucho cónico con diablos pintarrajeados y una coroza con alegorías grotescas, mientras una multitud delira de gozo maligno en la Plaza Mayor y algunos vecinos sacan al arroyo los asientos de sus casas para alquilarlos a quienes deseen contemplar con comodidad el espectáculo, (…)”, hasta el párrafo final que dice: “mas no sé si es la bruja de San Antero o si seré yo misma la víctima elegida, (…), pues para que llegue mi turno deberá brillar en el cielo de Cartagena, en ese cielo que escudriñó Federico Goltar (…), la luna de abril, bajo la cual podré despedirme de mis recuerdos y mis fantasmas inclementes, para ver cómo se incorpora mi fantasma y mi recuerdo a la espesa sombra de la muerte (…), y comprender entonces que, así como con todos los rostros que conocí podría ahora componer la semblanza, veleidosa o soberbia, de mi siglo, así con los semblantes de los hombres habidos y por haber habrá de integrarse, al final de los tiempos, el verdadero rostro de Dios”.
Se da por concluida la tertulia y se les ofrece a los asistentes pasabocas con gaseosa, repartidos por agentes auxiliares de la Policía Nacional que están colaborando con la Casa de Bolívar. El académico Rafael Saavedra Hernández, director de la tertulia, hace circular la fotografía que le tomó al escritor Germán Espinosa en un encuentro literario al cual tuvo la oportunidad de asistir.