“CASA CADAVID”, EL NUEVO EJE DEL ARTE Y LA CULTURA EN VILLAVICENCIO. [Crónica]. (Capítulo I). Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro del Colegio Nacional de Periodistas (CNP).

Maestro GERARDO CADAVID, fotógrafo, pintor, escultor y gestor cultural colombiano. Fotografía de Diana Hincapié

 

La pintura, la escultura, la fotografía y, en general, el arte y la cultura tienen en Villavicencio, la capital del hermano departamento del Meta, un defensor comprometido. Él es Gerardo Cadavid, un bogotano que recorre el país armado de su cámara, con la que va retratando los paisajes de su país y los rostros de su gente, para luego, con su pincel, sus óleos, su lienzo y su caballete dar vida a hermosas pinturas que reflejan la nobleza de su alma, su corazón de artista y, sobre todo, ese don de gentes que le conocemos sus amigos desde cuando era apenas un mozalbete que, trajeado con un buzo color amarillo mostaza y dueño de una sonrisa tímida y de un hablar rolo, por allá cuando agonizaban los años 70 visitaba a nuestra Bucaramanga, solitario, como refugiándose entre nosotros de su lejana soledad y de la ansiedad que le generaba el tropel de sus sueños juveniles para aquel entonces remotos y hasta imposibles.

 

Collage de obras de GERARDO CADAVID

 

Vivía en la gélida Tunja, hijo inquieto de un empleado administrativo de la Penitenciaría El Barne, hombre serio, pero amable, a quien cualquier noche le llegamos hasta su habitación, con la complicidad de su propio hijo y la coautoría de nuestro común amigo Guillermo Eduardo Vargas Márquez, más conocido en los bajos fondos de nuestros hogares como alias “El Mono”, a despertarlo con una dizque serenata en la que, antes de que la víctima cogiera el teléfono y llamara a la guardia, no sé si decir que empezamos a cantarle, o a aullarle, o a no sé qué carajos —para alegría nuestra, sorpresa del somnoliento padre y vergüenza de los indefensos Garzón y Collazos— eso de que “De la caña sale el guaro, qué carambas, si la caña es buena fruta, / Si la caña se machaca, qué carambas, el guaro también se chupa; / Tú eras la que me decías que nunca me olvidarías, / Vámonos a emborracharnos, qué carambas, hasta que amanezca el día. / Ay, dulce trigueña, de mi corazón, tú eres la causa de mi perdición”.

 

Collage de obras de GERARDO CADAVID

 

(CONTINUARÁ)

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4 respuestas a “CASA CADAVID”, EL NUEVO EJE DEL ARTE Y LA CULTURA EN VILLAVICENCIO. [Crónica]. (Capítulo I). Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro del Colegio Nacional de Periodistas (CNP).

  1. Ramón Gerardo Cadavid Hernández dijo:

    El poder contar con estos dos hombres da vida, alegra el alma, rejuvenece el espíritu, mantiene latente el corazón; el recuerdo de la canción preferida de mi padre me llega a la memoria, la cuarta estrofa de El Guaro y la de La Cucaracha, que dice así: siempre comenzaba con: la cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, porque le falta, porque no tiene las dos patitas de atrás; cucarachita fue a misa y llegó desde el comienzo, pero el cura la aplastó con el tarro del incienso; coros la cuca…. Una cucaracha fue a tirar paso a una fiesta, y murió bajo el tacón de un músico de la orquesta; coros la cuca…; cucarachita gogó, ella usa su melena, pantalón bota campana y bufanda en las antenas. Hubo una cuarta estrofa que olvidé. Y la del guaro, que no se puede contar aquí, jajaja.
    Los actores principales: Oscar Humberto Gómez, estudiante de abogacía, maniático para los dulces (mientras nos tomábamos una gaseosa, él estaba con un bombón bum en la boca y destapando un arrancamuelas y tomándose una colombiana); Luis Guillermo Vargas, era el tipo bien plantado, con su acento cachaco, hijo del capitán Vargas y su querida madre doña Blanquita, el conocido en nuestro bajo mundo con el alias del Mono Vargas; y el suscrito, Gerardo Cadavid, estudiante de la UPTC de Tunja.

    El cómo llego a Bucaramanga, por cosas del destino: la Universidad entra en una huelga de estudiantes, cierran la avenida principal, que comunica a todo el departamento de Boyacá, y comienzan a tirar piedra a diestra y siniestra; a mi compañero de estudio Kelbert no le gustaba esa cosa y desde luego tampoco a mi y me dice: mi hermano vámonos de aquí, y nos salimos de ese festín de piedra. Entramos a una cafetería, tomamos un café, le pregunto qué hacemos y él de una me dijo: vayámonos de auto-stop para algún sitio, y le propuse Bucaramanga: yo tengo amigos y nos podemos quedar, no hay inconveniente. Comenzamos a echar dedo, en esas levantadas paró un Ford modelo 53 muy bien cuidado, el conductor iba con su esposa y nos preguntó que para dónde íbamos, a lo cual le respondimos: para Bucaramanga, y nos dijo: nosotros también, y así llegamos a nuestro destino; llamé al Mono y le dije que estaba en compañía de un amigo de la U, que si podíamos ir a la casa y la contestación fue: claro, mi hermano, los espero. Kelbert me dice: loco, si pretendemos quedarnos tenemos que llegar con algo; me quedé pensando un poco, pues plata no había; enfrente de donde nos habían dejado !una feria de artesanías¡ ante lo cual respondió: ¡lotería! ¿cuántos son los de la casa? yo le respondí: Pelusa, Esperanza, María Claudia, Roberto, Juan, el Pote, el Mono, doña Blanquita y el Capitán, y me dijo: pues no hay de otra, hay que hacer mercado; en todo caso llegamos a la casa fiscal, que quedaba en la Cárcel Modelo de esa ciudad, saludamos, abrazos, besos, alegría y regalos para todos, quedamos como unos reyes.
    Al otro día mi amigo me dice: nos vamos, a lo cual le respondí que yo me quedaba un día más, que se convirtió en una semana…el Mono me lleva a conocer la ciudad y me lleva a un sitio llamado San Andresito y dice: Ala, Gerardo, aquí consigue de todo barato porque traen mercancía de Cúcuta que es contrabando y puede llevar a Tunja y revender y se gana unos pesos, recorrimos otros sitios y en una de esas visitas me presentó a aquel hombre delgado, de gafas grandes, “mucho gusto, soy Oscar Humberto”.
    Al otro día partí para Tunja y en el trayecto me fui imaginando cosas… contrabando, plata, “full” sueños, ¡la locura! Llegué al Barne, que era mi destino, mi padre me recibe y me pregunta que dónde había estado todo ese tiempo y fuera de eso sin avisarle, estaba angustiado, pues desde ese viernes de piedra en la universidad no sabía nada, me abrazó y se puso a llorar pensando en lo malo que me hubiera ocurrido o que lo hubiese abandonado, le pedí perdón y le hice mi relato de lo que había hecho, al poco tiempo le pedí que me prestara una plata para traer una cosas de Bucaramanga, a lo cual asintió con su cabeza, me dio un sí, fueron cinco mil pesos que me desprendieron de la universidad y me unieron al contrabando y a estos dos amigos; sería la primera parte de un relato que Oscar y Guillermo alias el Mono desconocían al día de hoy; esto sucedió a mediados de 1978.

    Atte, Gerado Cadavid Hernández

    • Óscar Humberto Gómez Gómez dijo:

      Bueno, Gerardo, exceptuando lo de los dulces, que es una exageración tuya —porque ciertamente yo sí comía “bom bom bum”, y arrancamuelas, y tomaba “Colombiana”, pero no lo hacía al tiempo, como lo describes, quizás porque una noche me viste con las tres cosas en las manos allá en la tienda de la calle 45—, has hecho un excelente relato sobre aquella época.

      Yo no estoy tan seguro de que haya sido en 1978 (a propósito, invertí los dos últimos dígitos, porque en tu mensaje aparecían “87” y, obviamente, no fue en 1987 que ocurrió todo aquello). Y no estoy tan seguro, digo, pues creo recordar que Guillermo llegó a Bucaramanga en 1979; y lo creo, porque yo me gradué al año siguiente, en 1980, y si mal no estoy, Guillermo había llegado a Bucaramanga el año inmediatamente anterior. Entiendo que el capitán Vargas, su esposa y los hijos, excepto Guillermo, llegaron en 1978 y Guillermo solamente llegó al año siguiente. De pronto, Guillermo puede ubicar con más precisión el año.

      También es bueno precisar —para evitar suspicacias— que tu papá vivía en la cárcel del Barne porque era empleado administrativo de ese penal y allí, al igual que en las demás cárceles del país, al director, al subdirector y a algunos empleados administrativos les tenían residencias fiscales; igualmente, el capitán Vargas era el subdirector de la Modelo, de Bucaramanga, y vivía con su familia en su respectiva casa fiscal, la cual tú y yo visitábamos con frecuencia.

      Los buenos recuerdos de aquel tiempo se atropellan en la mente y es inevitable que se enlacen con hechos de muy grata recordación como, por ejemplo, el memorable viaje —antes de mi grado— al Valle de Tenza, viaje que tanta significación habría de tener en mi vida. Igualmente, es inevitable relacionarlos con mis composiciones, mi guitarra y las serenatas, con los buenos amigos y, por supuesto, con las novias o, cuando menos, con quienes intentábamos que lo fueran.

      Un gran abrazo, pues, para nuestro amigo artista Gerardo Cadavid, fotógrafo, pintor, escultor y trabajador de la cultura, allá en la Casa Museo Cadavid, de Villavicencio; para Carolina, su señora esposa, y para sus hijas y demás familiares. Y, por supuesto, lo mismo, un gran abrazo, para Guillermo “El Mono” Vargas, allá en Tunja, al igual que para sus hijos.

  2. Ramón Gerardo Cadavid Hernández dijo:

    Mi apreciado amigo es un honor estar en el Diablillo del Parnaso y el sentimiento de emoción que llega al recordar esos momentos de juventud del cual nos lo gozábamos es tan hermoso. En este artículo he reído y también se me encogió el alma de ese bella ocasión de la serenata y empecé a recordar tantos y tantos momentos que nos divertimos y aprendimos y nos marco la vida y aún seguimos conservando ese lazo de amistad. Un fuerte abrazo. Cadavid

  3. Guillermo Eduardo Vargas Márquez dijo:

    Oscar Humberto cada vez me gusta más la manera de describir momentos de nuestro pasado que estaban empolvados en un rincón de nuestra memoria y que con el buen gusto de vuestra pluma y el tintero plasman en este Blog instantes maravillosos. Un abrazo grande.

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