CATALINO PARRA. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

 

Yo, que quizás porque fui corrector de pruebas en el hoy desaparecido, pero inmortal Diario del Oriente, tengo la manía de estar corrigiendo los errores, en un mundo donde muchos se jactan del error, me la pasé aclarando que no es “Catalina”, sino “Catalino”, y que por consiguiente no fue una mujer, sino un hombre, quien compuso Manuelito Barrios.

Al final, no logré que aquel garrafal error lo corrigiera nadie.

Sí, nadie, como, pongamos por caso, la hoy también desaparecida, pero inmortal casa disquera Sonolux, “La marca de las estrellas”, aquella gran empresa colombiana a cuyas instalaciones de Bogotá, invitados por sus ejecutivos, ingresamos un día cualquiera del año 2004 mi esposa y “manager” Nylse Blackburn, mi contador y asesor tributario Iván Isidro, y mi entonces concuñada y conductora oficial del BAI 215 en las gélidas calles capitalinas durante aquella rauda correría por entre las disqueras más reputadas, María Elvira Otero, hoy residente en Boston, Estados Unidos, y donde todos fuimos tan amablemente atendidos. Entre paréntesis, la visita fue porque querían que yo, el asombrado abogado que se veía metido de repente en un mundo que no era el suyo, entrara por la puerta grande a su elenco de estrellas; sí, yo, que lo único que he tenido de “estrella” en la vida ha sido talvez la radiante luz de mi inmenso amor por la música folclórica de la tierra donde tuve el inmenso honor de venir al mundo.

No los convencí, digo, porque ahí tengo en mi discoteca el disco compacto de color verde de Los Black Stars, por cierto mi orquesta preferida en la lejana juventud de los años 70, y en él se lee que “Manuelito Barrios” fue compuesto dizque por “Catalina” Parra.

Pero no solo fue “Manuelito Barrios” la única canción del maestro Catalino Parra que bailé, con la alegría desbordante de aquellos tiempos, durante las iluminadas noches de viernes o en las tibias tardes de sábado, cuando no necesitábamos sino de agua del tubo y de unas melcochas para ser felices. También se me habría de quedar en la memoria su festiva canción “Josefa Matía”, que otros titularon “Josefa Matías”—o al revés—, pieza de poesía musicalizada que retrata de cuerpo entero el talento del músico gaitero colombiano que nos acaba de dejar físicamente.

Físicamente sí, porque lo que antes yo percibía como una mera frase de comodín, apenas propia de los discursos que se dan con frecuencia en los velorios, hoy es un axioma que se ha apoderado de mi mente de manera irreductible: los artistas jamás mueren, los artistas son inmortales.

Nació Catalino en el hermano departamento de Córdoba, el sufrido departamento hermano con el que quiso honrarse el recuerdo del valeroso oficial colombiano de la Independencia ascendido en pleno campo de batalla en Ayacucho, Ecuador, cuando el Mariscal Sucre, presa de la emoción, se arrancó sus charreteras y se las puso en los hombros. Departamento que, por tal razón, debería escribirse con “v” chiquita, no con “b” larga, pues el apellido del malogrado héroe antioqueño se escribía con “v”, conforme lo demostró el historiador y escritor colombiano Álvaro Valencia Tovar, el mismo de quien infortunadamente la mayoría de los colombianos creen que lo único que supo hacer en la vida fue comandar tropas, cuando, por el contrario, más allá de sus méritos militares, para mí brilló incluso más con la pluma que con las armas.

Al lado de Antonio “Toño” Fernández, el mismo al que menciona el educador y compositor colombiano Adolfo Pacheco en su bello paseo “La hamaca grande”, el juglar que tendió la kilométrica hamaca de ensueño en el cerro de Maco —no de Mato, como yo decía por razones de rima—, para que en ella se meciera el pueblo vallenato, Catalino Parra fundó Los Gaiteros de San Jacinto, agrupación de decanos de la música sabanera que en años y años de presencia escénica y discográfica escribió su propia historia, y que, para más señas, hace poco estuvo presentándose por estas breñas bumanguesas.

Todo ya se ha dicho sobre Catalino Parra y por ello es nada lo que puedo agregar desde este pequeño rincón de la Internet.

¡Inmenso, Maestro! ¡Un millón de gracias! Y que nuestro Supremo Hacedor lo reciba, junto a su vieja tambora y su contagiosa alegría. en el seno de su santa gloria!

Ruitoque, Mesa de las Tempestades, Área Metropolitana de Bucaramanga, sábado 15 de febrero de 2020.

¡Gracias por compartirla!
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3 respuestas a CATALINO PARRA. Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

  1. Luis Alfredo Acuña S. dijo:

    Lindísimo recuerdo de tan bella canción. Josefa Matía, extraordinaria canción con un fondo musical increíble. Gracias Oscar Humberto por transportarme a través del tiempo a una juventud en la que, como tú lo afirmas, no necesitábamos sino de agua y alegría para pasarlo felices. Dios lo guarde. Saludos. Luis Alfredo.

  2. María Ruth Díaz E. dijo:

    Gracias gracias doctor Oscar Humberto por el importante aporte de su parte ante tamaña equivocación. Dios lo cuide y proteja para su bien y el nuestro.

  3. Lina P. de Villamizar dijo:

    Gracias Óscar. Increíble la confusión con el nombre del maestro Catalino Parra. Gracias por resaltar y recordar a tan grande representante de nuestra música colombiana en el mundo entero. Agradecemos, maestro Óscar.

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