POESÍA SANTANDEREANA (VII). Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

NOTA DEL PORTAL:

De nuevo, con el mismo respeto de siempre por la diferencia, pilar fundamental de nuestro existir, aquí está otra vez la Poesía, la emergida de nuestras breñas nativas, de la pluma de quienes deben ser siempre nuestros, como nuestras deben ser todas las expresiones culturales que hacen de Santander un pueblo identificable en el concierto nacional y que debería serlo también en el concierto de los demás pueblos del mundo. Aquí están de nuevo el amor, la pasión y la desesperanza; aquí está otra vez la rebeldía; aquí está la exaltación de la bondad, de la lealtad y de la gratitud; aquí están la nobleza del perdón y su mensaje de esperanza.


¡Bienvenidos a la Poesía santandereana! ¡Bienvenidos a esta nueva demostración de que Santander vive!

 

SECRETO EN EL CLAUSTRO

 

 

La Madre Superiora,
con palidez mortal,
vigila a la novicia
siempre que va a rezar.

Se postra de rodillas
ante el Cristo yacente,
y al mirar ese cuerpo
lacerado y divino,
ella baja los ojos
y un ligero rubor
se refleja en su frente.

La dulce religiosa
es silenciosa y triste,
la Madre Superiora
la ve siempre llorar.
¿Qué dudas la atormentan?
¿qué recuerdos evoca
ante el Cristo yacente
del altar?

La novicia está pálida,
sus nostalgias no pasan,
ese amor ya lejano
no volverá jamás.

Sólo el Cristo lacerado
y divino
curará sus dolores,
su pecado de amar.

MARY REY DE QUINTERO.

 

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EL CABALLO FAROLITO

 

 

Por debajo del vientre sudoroso
de un caballo manso, desfilaban
caminos polvorientos…barrizales,
llanuras, laderas…y cañadas.

En los despeñaderos y lomas empinadas
cabalgaba horqueteado sobre el anca,
asido de la brida y de la carga,
un muchacho, compañero inseparable
de aguaceros, cansancios y jornadas,
capturando ilusiones y horizontes,
buscando acortarle las distancias,
mientras su mirada escrutadora
medía la inmensidad de la comarca.

El equino era un macho vigoroso
deshacedor de rutas desde el alba
por las que transitaba transportando
sobre su lomo todo,
sin recesos o estaciones en la marcha.

Nada le intimidaba:
ni las tinieblas que enredan los caminos,
ni las laderas pulidas por la lluvia
en donde se precipitan las pisadas,
ni los pedregales que arrancan herraduras,
…ni las noches cargadas de fantasmas.

Cuando entre el lodo de los barrizales
el lodo le comía el vientre y las patas
amenazando raparle incompasivo
las fuerzas del cuerpo… y la enjalma,
O cuando vadeaba los ríos tormentosos
con el jinete y la carga a cuestas,
enfrentando remolinos y torrentes,
buscando llegar a sus orillas ebrias.
O cuando el arriero agarrado de su crin
se dejaba remolcar
para hacer más llevadera la jornada,
Farolito obedecía resignado
sin pensar jamás en recompensas.

Pero pasados los días, los meses y los años,
los caminos alargaron sus distancias,
sus piernas no pudieron con el cuerpo,
ni el cuerpo dolorido, con el peso
de sus luchas, contingencias y nostalgias.

¡Porque Farolito se encontraba viejo!

Entonces, ciego, maltratado y rengo,
tropezaba y caía en cualquier parte,
enfermo y arrinconado por el tiempo.

Por eso…al final de cuentas,
el morral liviano de otros días
le pesaba más que los recuerdos
de jornadas penosas y tormentos.

¡Porque el caballito se encontraba viejo!

Finalmente…su amo, dueño y señor,
cuando lo vio inútil, inservible y ciego,
ordenó arrojarle a los caminos,
donde la muerte mantiene su portillo abierto
y cerradas las talanqueras de los pastizales
para que coman sólo los corceles nuevos.

Por eso…atropellado por la ingratitud,
murió de abandono el caballito bueno.

Hay hombres que en el peor de los momentos,
cuando la adversidad o los años nos golpean,
porque ya no les servimos más,
nos abandonan y olvidan…
como al caballo viejo.

GERMÁN FLÓREZ FRANCO

 

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LAMENTO POR CAÍN

 

 

Caín, no huyas por los montes de Neptuno,
basta ya de recorrer Andrómeda,
no te ocultes de los rayos terribles
de las estrellas muertas.
En la tierra no hay tumbas con tu nombre,
las piedras ya no huyen a tu paso,
el mundo se cansó de tu carrera.
Ven, siéntate junto al fuego,
tu raza ha poblado los paisajes.
Ven por tus hijos, Caín,
enséñales el don de la vergüenza.

LUZ HELENA CORDERO VILLAMIZAR

 
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PARA UNA DESPEDIDA

 

 

Yo sé que al fin me dejas. Con lágrimas despides
el hondo amor sin límites con que te quise yo…
Es bueno que te ausentes y es justo que me olvides
si en nuestro cielo mustio la estrella se apagó.

De nuestro idilio roto, de súbito, me queda,
para ir rememorando la dicha que pasó,
la lámpara votiva, tu bata azul de seda,
y aquella margarita que se nos deshojó.

Con besos te lo dije: la dicha siempre es poca
y hay que saber vivirla con una fiebre loca
porque ella va llevándose, como hoy se llevará,

los últimos retazos amables de la vida,
con esas despedidas, como esa despedida
que tiene aquel amargo sabor de la orfandad.

JUAN CRISTÓBAL MARTÍNEZ (JUANCÉ) (1896 – 1959)

 

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A UN LEÓN DE PIEDRA

 

Para el tallador sangileño José A. Pereira.

 

Dormitaba el león sobre una roca
Era ya un sueño que duraba mucho.
Y vinieron a despertarlo con su loca
Alegría las dianas de Ayacucho.

de Luis Emilio Durán

 

 

León de piedra, magnífico, soberbio, melenudo,
Que guardas, silencioso, el pórtico sagrado;
Que, con rampantes garras, con ademán ceñudo,
El ojo inmóvil fijas en un cielo vedado.

Dime, león de piedra: ¿no sientes ansias locas
De saltar de tu zócalo e irte por los montes,
Y ser rey de la selva, y estremecer las rocas
Con tu rugido, y ver del mar los horizontes?…

León de piedra: Salta! Te espera la llanura;
Te espera el amor de una leona formidable;
Te espera el ancho río, la fuente, la espesura…
Rompe tu pétreo sueño! Haz que tu mudez hable!…

Qué semejante eres al pueblo americano,
Que hace ya un siglo yace, silencioso y dormido…
¡Ruge, león de América, y atruena monte y llano!
¡Ruge, que ha llegado la hora del rugido!

PABLO ZOGOIBI (1909 – 1995).

 
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