NOTA DEL PORTAL:
¡Hola, amigas!
¡Hola, amigos!
Nos acercamos al final de esta serie. Una serie con la cual hemos querido intentar una aproximación al hoy por hoy casi ignorado quehacer de nuestros poetas.
Como resultaba previsible, no ha sido más que una modesta selección de algunas pocas de aquellas poesías que, en lo personal, nos han agradado o en cuyos versos hemos alcanzado a percibir una identificación entre el sentir de la gente de nuestro terruño y lo que quiso exaltar o significar el poeta.
El que hayamos escogido este o aquel otro poema no significa —es bueno reiterarlo— que nos identifiquemos con el autor de los versos; significa tan solo que, desde el punto de vista estético, poético, literario, nos ha parecido de especial sensibilidad o hermosura. Así, por ejemplo, es posible que a algunos les haya sorprendido la inclusión del soneto “EL CIGARRILLO”, sabedores como son de que bastante distamos de ser fumadores.
Por supuesto —eso sobra decirlo—, hay más poetas y, consiguientemente, más poemas que podrían seguir nutriendo esta secuencia y posibilitarían su prolongación indefinida. Empero, para no fatigarlos, iremos tan solo con una entrada más, la próxima, que será, por ende, la última. Consideramos que con una decena de entradas que publiquemos habremos cumplido con la meta propuesta, que era tan solo la de crear conciencia acerca de que esta tierra nuestra ayer producía, hoy produce, mañana producirá y debe seguir produciendo por siempre poesía.
¡Bienvenidos! ¡Y un millón de gracias por leernos y apoyarnos!
Ruitoque, Mesa de las Tempestades, Área Metropolitana de Bucaramanga.
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TÚ ERAS BLANCA
A Rebeca Pinto Barajas
Así, cortando el espacio
con filo de voces blancas,
así, deambulando solo,
estas voces no te alcanzan.
Así, cortando las brumas
con palabras de esperanza,
la tarde anémica vuela
como vuelan las palabras.
Así, hollando la arena
y en eterna remembranza,
así, mirando una rosa
recuerdo que tú eras blanca.
Así, en teñido crepúsculo
y con la luna en la espalda,
miro que el ojo del cielo
tiene un retrato en el agua.
Así, en la noche que muere
con sus ráfagas heladas,
así, hermana de mi sangre,
así, estrella solitaria.
Así, en la rama del pecho
que se alarga hasta tu alma,
florecen de tronco podrido
duros grumos de esmeralda.
Así, en la noche que canto
estoy viejo de nostalgias.
Así, en la noche que pasa
estoy urdiendo palabras.
Así, yacente en la arena
y en eterna remembranza,
asi, dormido en la rosa
recuerdo que tú eras blanca.
EUGENIO PINTO BARAJAS (1922 – 1983)
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DECADENCIA
Siento que ya mi corazón flaquea
Y es la noche tan larga como el día,
si por caso me baño en agua fría
el esqueleto entero traquetea.
Mi cabeza vacila y tambalea
cuando voy por la calle sin bujía
y qué cosas decir yo no sabría
pues la lengua al hablar tartamudea.
Como ando ligero de equipaje
no hay barranco en la sima que me ataje;
una cosa no más me desespera:
Que si falto, la Tierra sigue andando,
y el Estado, además, despilfarrando
sin que yo lo censure o lo requiera.
ANTONIO NASÓN (Antonio Forero Otero) (1909 – 2002)
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ANHELOS
Bajo la augusta calma de la tarde serena
entre el pálido gualda de la noche lunar,
cuando cesan los ruidos de la humana colmena
y en su lecho de perlas se adormece la mar.
Cuando es cada lucero fulgurante azucena
y simula fantasmas la quietud del palmar,
siento el alma agitarse bajo ruda cadena
y con vagas nostalgias anhelante vibrar.
Es mi pecho un abismo que a otro abismo reclama,
es mi alma el reflejo de una célica llama,
es un ave alejada de su nido de amor.
Por eso bajo el peso de mis hondos anhelos
me agobian los misterios de los profundos cielos
y crecen los vacíos de mi mundo interior.
JUAN DE DIOS ARIAS (1896 – 1973)
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DISTANCIA
Tú por otros amores y otro olvido,
yo de la bruma del pasado dueño…
Y el tiempo aleve con austero ceño
pasando entre los dos, lento, sin ruido.
Tú, con tu alma de marfil risueño
lejana del recuerdo y el gemido…
Y yo, sintiendo el beso dolorido
de una brisa de lágrimas y sueño.
Tú y yo. Y el tiempo gris como un abismo.
Yo, sintiéndome ausente de mí mismo
y navegando por mi mar distante.
Tú en un rosado sueño que se olvida.
Yo, gozando otra vez sobre la vida
todo el temor divino del instante.
PEDRO GÓMEZ VALDERRAMA (1916 – 1992)
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A JOSÉ CAMACHO CARREÑO
Te nombramos, José, y huyen veloces
las horas que marcaron tu destino,
luz y sombra trenzándose en un sino
fertil en los dolores y en los goces.
La lengua de Cervantes tuvo voces
en ti para el apóstrofe y el trino
y hubieras dialogado en un divino
banquete de Gracia con los mismos dioses.
Hasta el mar condujérate la muerte
y acaso ante el enigma de tu suerte
ella misma pudiera sollozar.
Al devorarte el mar indiferente
acalló en sus entrañas un torrente
que sólo pudo silenciar el mar.
LUIS ERNESTO PUYANA (1890 – 1966)
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