POESÍA SANTANDEREANA (X). Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

 

NOTA DEL PORTAL:

 

Amigas y amigos:

 

Tal y como lo anunciamos, con esta décima entrada de la serie damos por concluida la selección personal con la que quisimos volver a rememorar y a exaltar la vena poética de Santander, valiosa expresión de la riqueza cultural de nuestra tierra.

Ojalá ustedes hayan disfrutado este recorrido por el mágico mundo de los versos sintiendo la misma satisfacción que nos produjo la labor de publicarlos con la mayor belleza posible.

¡Un millón de gracias por leernos y respaldarnos!

¡Hasta siempre, Poesía!

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JUAN CARLOS

 

 

Por alguien pregunta mi voz.
¿Es por el hijo muerto?
Por nueve meses lo llevé en mi cuerpo;
se hizo flor en mi sangre.

Su vida tuvo un nombre:
Juan Carlos, espiga de mi corazón.

Se partió en dos su vida
como las alas de un ángel.
Desprendido de mi carne
se esfumó al filo de la primera luz.

¿Cómo eran sus ojos?
¿Cómo eran sus cabellos?

Caracoles azules
debía tener en su mirada
y cabellos de noche
sobre su frente de oro.

Y en su garganta ese aletear primero de los bosques
y en sus manos arco iris de presagios
y en sus pies naciendo las raíces de los lirios.

No hubo dolor en el alumbramiento;
más pesaba la nube que su cuerpo disuelto
por mi pena y la fuerza del tiempo.

Todo el paisaje era blanco.
Subía por mi garganta un sabor
salobre de mar muerto;
mi cuerpo no percibía el milagro.

Voces interiores anunciaron
el mensaje de su muerte.
Desperté como de un sueño,
taladrada de silencio.

No estreché contra mi carne
la forma de su cuerpo;
guardaron su sonrisa en la madera blanca
llevada por los ángeles.

CARMEN DE GÓMEZ MEJÍA

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MADRIGAL

 

 

Con la nostalgia de labrar un fino
madrigal, un tributo peregrino
de fragancia y de amor, busqué en mi anhelo,
para ensalzar tus ojos ideales,
sinfonías de luz, cromos del cielo
y temblorosas rimas siderales.

Mas hallé mi ilusión pobre y menguada
cuando en la gloria azul del mediodía
vi que otro inmenso firmamento había
más hermoso que aquél, en tu mirada;

y tan sólo colmara mis antojos
al darme tú la inspiración, María,
al darme tú la luz, y así le haría
un madrigal al cielo con tus ojos.

AURELIO MARTÍNEZ MUTIS

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ORGULLO

 

 

Recluido en mis altas soledades
-inexpugnable torre y muro fiero-
pulo mi vida en frías claridades,
vecino de la roca y del lucero.

Hondo vivir, dulcísimas saudades
suavizan el viril perfil señero.
Ni tesoros, ni espléndidas ciudades
conmuévenme, ni gozo linsojero.

Raudos halcones y ágiles milanos
en el viento; el sol entre mis manos
arde y de mis dedos se alimenta.

Pastor de viento y de nubes. Nada
como esta augusta casa desolada
de mi ser, que en sí misma se sustenta.

TOMÁS VARGAS OSORIO

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EVOCACIÓN

 

 

Pureza casi mística de cuna,
oración silenciosa en embeleso,
fulgor que cobra el mármol en el beso
apagado y ausente de la luna.

Rostro de la miel y alma moruna,
esta mujer con ritmo de intermezzo
tiene a momentos el candor expreso
del paisaje copiado en la laguna.

Pasa rozando el cielo su aureola,
se deshoja a su lado la corola
de las rosas, de la luz del firmamento,

Y se esfuma intangible el cuerpo alado
cuando la roza el aire enamorado
con la casta caricia de su aliento.

JAVIER CARREÑO HARKER (1925 – 1955)

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LA COSTURERA

 

 

De la aguja a la aguja,
de la aguja a la tela,
por la mañana y a media noche
rueda que rueda.

—Madre:
Yo quiero un vestido de lujo
con lentejuelas.

Ay, la costurera…
El hilo de sus sueños
no cose seda.

GUSTAVO COTE URIBE

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SILENCIO

 

 

Por los tejados de la noche, lento,
como la esencia de una flor ignota,
va rodando el silencio, gota a gota,
sobre el eco interior de mi lamento.

Del fondo de la pena surgir siento
una canción que del silencio brota
y enciende al infinito, nota a nota,
con la nostalgia de mi propio acento.

Su notación de mágicos sonidos
eleva el alma hasta la muda estrella
que flota sobre el mundo de los ruidos.

Y si la voz de la mujer aquella
turba la placidez de mis sentidos
¡mi boca con amor su boca sella!

FÉLIX SILVA DUGARTE

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A SOLAS

 

 

¿Quieres que hablemos?… Está bien… empieza:
Habla a mi corazón como otros días…
¡Pero no!… ¿qué dirías?
¿Qué podrías decir a mi tristeza?
No intentes disculparte… ¡todo es vano!
Ya murieron las rosas en el huerto;
el campo verde lo secó el verano,
y mi fe en ti, como mi amor, ha muerto.

Amor arrepentido,
ave que quieres regresar al nido
al través de la escarcha y las neblinas;
amor que vienes aterido y yerto,
¡donde fuiste feliz… ya todo ha muerto!
¡No vuelvas… Todo lo hallarás en ruinas!

¿A qué has venido? ¿Para qué volviste?
¿Qué buscas?… ¡Nadie habrá de responderte!
Está sola mi alma, y estoy triste,
inmensamente triste hasta la muerte.
Todas las ilusiones que te amaron,
las que quisieron compartir tu suerte,
mucho tiempo en la sombra te esperaron,
y se fueron… ¡cansadas de no verte!

Cuando por vez primera
en mi camino te encontré, reía
en los campos la alegre primavera…
toda esa luz, aromas y armonía.

Hoy… ¡todo cuán distinto! Paso a paso
y solo voy por la desierta vía.
—Nave sin rumbo entre revueltas olas—
pensando en las tristezas del ocaso,
y en las tristezas de las almas solas.

En torno la mirada no columbra
sino aspereza y páramos sombríos;
los nidos en la nieve están vacíos,
y la estrella que amamos ya no alumbra
el azul de tus sueños y los míos.

Partiste para ignota lontananza
cuando empezaba a descender la sombra.
…¿Recuerdas? Te imploraba mi esperanza,
¡pero ya mi esperanza no te nombra!

¡No ha de nombrarte!…¿para qué?… Vacía
está el ara, y la historia yace trunca.
¡Ya para qué esperar que irradie el día!
¡Ya para qué decirnos: Todavía!
Si una voz grita en nuestras almas: ¡Nunca!

Dices que eres la misma; que en tu pecho
la dulce llama de otros tiempos arde;
que el nido del amor no está deshecho,
que para amarnos otra vez, no es tarde.

¡Te engañas!… ¡No lo creas!… Ya la duda
echó en mi corazón fuertes raíces.
Ya la fe de otros años no me escuda…
Quedó de sueños mi ilusión desnuda,
¡y no puedo creer lo que me dices!

¡No lo puedo creer!… Mi fe burlada,
mi fe en tu amor perdida,
es ansia de una nave destrozada,
¡ancla en el fondo de la mar caída!

Anhelos de un amor, castos, risueños,
ya nunca volverán… Se van… ¡Se esconden!
¿Los llamas?… ¡Es inútil!… No responden…
¡Ya los cubre el sudario de mis sueños!

Hace tiempo se fue la primavera…
¡Llegó el invierno, fúnebre y sombrío!
Ave fue nuestro amor, ave viajera,
¡y las aves se van cuando hace frío!

ISMAEL ENRIQUE ARCINIEGAS

__________

 

¡Gracias por compartirla!
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1 respuesta a POESÍA SANTANDEREANA (X). Por Óscar Humberto Gómez Gómez.

  1. Héctor Hernández Mateus dijo:

    Interesante compendio, que iremos digiriendo en tan especial tiempo que tendremos.
    Nuestros escritores son ignorados por sus paisanos, por ello es tan meritoria su labor.

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