Quince días antes de que, víctima al parecer del cáncer, muriera el magnífico poeta liberal colombiano Julio Flórez, una caravana de ciento sesenta y tres automóviles ingresó a las polvorientas calles del pueblecito de Usiacurí, departamento del Atlántico, donde vivía.
En tiempos pretéritos, cuando todavía a la Poesía no la había arrasado el turbión irreflexivo de una modernidad y un progreso mal entendidos, los poetas eran coronados en actos especialmente significativos en los cuales se les ponía sobre sus sienes una corona de laurel. De hecho, el poeta conservador bumangués Aurelio Martínez Mutis fue coronado en el Teatro Santander de Bucaramanga, el poeta conservador curiteño Ismael Enrique Arciniegas murió cuando se preparaba su coronación, y talvez la última coronación llevada a cabo por estas tierras fue la del poeta comunista bumangués Pablo Zogoibi (Sebastián Antolínez) en la Universidad Industrial de Santander.
Pues bien: Julio Flórez iba a ser coronado por aquellos días, pero el acto no había podido programarse en la capital de la república porque el bardo ya se encontraba muy enfermo y prácticamente al borde de la tumba. Desde por lo menos treinta años antes se merecía ese homenaje máximo. “Todo nos llega tarde”, había escrito en uno de sus más famosos poemas:
“Todo nos llega tarde ¡hasta la muerte!
nunca se satisface ni se alcanza
la dulce posesión de una esperanza
cuando el deseo acósanos más fuerte.
Todo puede llegar, pero se advierte
que todo llega tarde: la bonanza,
después de la tragedia; la alabanza,
cuando está ya la inspiración inerte.
La justicia nos muestra su balanza
cuando los siglos en la historia vierte
el tiempo mudo que en el orbe avanza.
Y la gloria, esa ninfa de la suerte,
sólo en las viejas sepulturas danza.
¡Todo nos llega tarde, hasta la muerte!”
El destacado vate colombiano profesaba una clara, fuerte e irreductible ideología liberal, a pesar de que si bien su papá, el médico Policarpo María Flórez, era liberal e incluso a nombre de ese partido había sido Presidente del Estado Soberano de Boyacá, su señora madre, doña Dolores Roa de Flórez, militaba en el Partido Conservador.
Su brillante carrera poética empezó a la edad de siete años. No fue, sin embargo, el único poeta de la familia. Sus hermanos Manuel de Jesús, médico, Leonidas, abogado, y Alejandro, ingeniero, también lo fueron. Sólo que el brillo de Julio prácticamente eclipsó la obra poética de sus consanguíneos, de quienes la crítica señala, sin embargo, que eran, igualmente, buenos poetas.
Pero mientras sus hermanos fueron profesionales que además hacían poesía, Julio fue un poeta -poeta, es decir, un hombre dedicado en cuerpo y alma a la Poesía. Así que mientras Alejandro, por ejemplo, se graduó en la Escuela Superior de Ingeniería Civil y Militar como Ingeniero (en ese entonces ese era el único título posible en la ingeniería), Julio tuvo que abandonar sus estudios de Literatura, que cursaba en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, debido a las dificultades económicas familiares desencadenadas por las guerras civiles, y desde entonces, y para siempre, se dedicó a llevar una vida bohemia.
Sus más cercanos amigos en el entorno del arte poético fueron los poetas José Asunción Silva y Candelario Obeso. Curiosamente, ambos se suicidaron.
Durante largos años, el maestro Julio Flórez tuvo que vivir de la poesía, que era equivalente -y sigue siendo equivalente- a morirse de hambre. De hecho, él mismo habla de sus “hambres de poeta”.
No solo escribía poesías, sino que era, además, un excelente declamador. En aquella época, los recitales de poesía eran espectáculos culturales que aglutinaban tanta gente como los musicales. El declamador salía al escenario y una vez allí cautivaba al público con su particular manera de leer sus propios versos o de recitarlos de memoria. Lamentablemente, y por entendibles razones, no contamos con la grabación de su voz, pero es fácil imaginárnoslo recitando, por ejemplo, su romántico poema titulado “OJOS Y OJERAS”.
“En la penumbra, mística y opaca,
de tus dos melancólicas ojeras,
la aurora de tus ojos se destaca,
dividida en dos fúlgidas hogueras.
¿Sabes qué son los círculos violados
en que esa aurora su fulgor desliza?
Son, por esas hogueras, no colmados
aún, dos tristes pozos de ceniza.
Como arden tanto tus dolientes ojos
en esas cavidades traicioneras,
al caer de esas llamas los despojos,
esos despojos forman tus ojeras.
Es por eso que, siempre, en cada día,
esos profundos círculos se ensanchan
y llenos de precoz melancolía,
¡tu palidez adornan… no la manchan!
Porque son como abiertos calabozos
en que brillan los astros de otra esfera,
¡Quién pudiera caer en esos pozos
y consumirse en tan divina hoguera!”.
Pero, además, de Julio Flórez suele ignorarse que también era músico. Tocaba el tiple, la guitarra, el violín y el piano. Además, cantaba. Dentro del folclor andino colombiano se destaca el pasillo lento Mis flores negras, de su autoría, que llegó a ser interpretado por Carlos Gardel; en Colombia lo grabó el dueto Garzón y Collazos, con Jaime Llano González al órgano.
Otra faceta artística desconocida del poeta era su talento para un arte hoy en día casi desaparecido: era grabador de madera.
Hay una anécdota poco conocida de él y fue la vez que propuso un concurso consistente en que los participantes debían rematar un soneto inconcluso suyo acerca de la muerte. El concurso fue planteado por el propio poeta en carta dirigida al director del periódico El telegrama y que apareció publicada junto con el soneto incompleto en la edición del día 9 de febrero de 1893.
La carta del aedo decía así:
“Señor Director de El Telegrama. Pte. Le envío a usted los dos cuartetos de un soneto que no he podido concluir satisfactoriamente. Ofrezco dos libros preciosos a la persona que, a mi parecer, concluya la composición lo mejor posible. Soy de usted afectísimo servidor, Julio Flórez”.
Varios poetas tomaron parte, pero se destaca la participación del insigne poeta conservador Rafael Pombo. El Instituto Caro y Cuervo en el libro Rafael Pombo. Poesía inédita y olvidada, que publicó en 1970, insertó no solo los cuatro sonetos de Flórez, sino los treinta y tres remates que envió Pombo. Incluimos en esta semblanza los dos cuartetos, por supuesto, y algunos de los remates del maestro Pombo, unos de corte religioso y otros con sabor jocoso, todos, desde luego, excelentes.
Aquí están:
DE JULIO FLÓREZ:
“Si en la sorda contienda de la vida
Nunca duerme el dolor, si airado y fuerte
Pulula el mal y por doquier se advierte
La sombra en las conciencias escondida;
Si herido el corazón, la planta herida
Llora la humanidad su infausta suerte…
¿Por qué la vida amamos y la muerte
Con su calma sin fin nos intimida?”
DE RAFAEL POMBO:
“Porque el mundo (y lo prueba este expediente)
Después de tantos siglos de bautismo
Es cristiano en el nombre únicamente:
Puesto que al serlo en realidad, supiera
Que la vida no es ésta, es Jesús mismo,
Y sólo vive el que en sus brazos muera”.
___
“Si ama un padre a su hijo, le edifica
Regia mansión e instálalo a su gusto
Y el muy vil se alza en pago y crucifica
Al genitor, que amante pero justo
La pena de morir le notifica:
¿Ir a ver a Papá no dará susto?”
___
“Si consta al vivo esa infinita calma,
Good night! La muerte sólo al justo inquieta,
Dejando al crimen su insolente palma.
Mas no hay visión ni sabio ni poeta
Mayor que el hondo presentir del alma
Y allí está Dios, la solución completa”.
____
“Amo esta vida porque aquí hay tabaco,
Gallos, monte, muchachas, mazamorra,
Y un buen sueldo por mes por no hacer nada.
Y en la otra vida el alma de un bellaco
Temo que no la pase tan de gorra
Como en esta parranda organizada”.
____
“Porque jamás para tan largo viaje
Está uno listo. ¡Hay tanto afán pendiente!
Y aflige ir solo y limpio de equipaje.
No hay, además, seguros de accidente;
Y, si obras buenas pagan el pasaje…
¡Dame plazo, gran Dios! Me hallo insolvente”.
____
Para el año 1895, ya todo había cambiado en la vida personal del maestro Flórez: el éxito le sonreía y sus recitales le producían el dinero esquivo de otros tiempos. Su compromiso político con el Partido Liberal lo llevó a publicar el libro Flecha roja, altamente elogiado por el General Rafael Uribe Uribe.
En 1900, Flórez fundó también la famosa sociedad de poetas La Gruta Simbólica.
En 1905, bajo el gobierno del General Rafael Reyes y en plena gloria literaria, tuvo, sin embargo, que irse al exilio. Su prestigio en el exterior fue enorme y resultaron muy exitosas sus giras por diversos países, así como fueron un éxito los libros que publicó en el exterior durante su exilio.
En 1909, regresó a Colombia, dio un recital en Barranquilla y fue cuando desapareció. Entonces vino a saberse que se había recluido en el balneario de Usiacurí, un pequeño pueblecito de la Costa Atlántica, para beneficiarse de su ambiente tranquilo y de sus aguas medicinales.
Contaba con 42 años cuando conoció a Petrona Moreno, una jovencita oriunda de ese pueblo. Habrían de terminar viviendo juntos allí, lo que en aquella época era algo pésimamente mal visto.
Al año siguiente, 1910, con motivo del primer centenario del Grito de Independencia, hizo una presentación apoteósica en el Teatro Colón, con la cual renació su éxito y se acrecentó su inmensa popularidad.
Doce años más tarde, en 1922, contrajo matrimonio católico con su compañera. Lo hizo, no porque estuviera convencido de que la solemnidad de aquel sacramento le confiriese al amor conyugal alguna significación particular, sino porque se le había vaticinado que, en virtud de la estrictez del Concordato celebrado entre Colombia y la Santa Sede, sin el cumplimiento de ese requisito su esposa y sus hijos irían a tener inconvenientes de carácter sucesoral cuando él faltara. (Un análisis por aparte merecería ese particular deslinde de orden religioso entre liberales y conservadores que se mantuvo durante tanto tiempo y que tan hondamente se entremezcló con la diferencia de concepciones ideológicas).
El 14 de enero del año siguiente a su casamiento -1923- una caravana de ciento sesenta y tres automóviles ingresó a Usiacurí. Venían a coronar al ya diezmado poeta Julio Flórez. El 7 de febrero siguiente el homenajeado murió.
“Todo -había escrito- nos llega tarde. Hasta la muerte”.
En su caso, no obstante, creemos que se equivocó con lo de la muerte, pues ésta no fue tardía. En realidad, el maestro Julio Flórez había nacido el 22 de mayo de 1867 (en Chiquinquirá), así que al morir apenas contaba con 55 años. Lo que le llegó tarde fue, más bien, su coronación como poeta. Una coronación que merecía desde por lo menos treinta años antes. Dicen algunas fuentes que el hecho de estar viviendo sin matrimonio fue determinante para que se le negara lo que tan claramente merecía. De hecho, tan pronto el poeta contrajo nupcias, el gobierno conservador del general Pedro Nel Ospina apoyó entusiasta su coronación y el presidente de la República le otorgó el título de Poeta Nacional.
Julio Flórez publicó diez libros cuyos títulos fueron: Huyeron las golondrinas, Horas, Cardos y lirios, Gotas de ajenjo, Cesta de lotos, Manojo de Zarzas, Haz de espinas, Flecha roja, De pie los muertos, Fronda lírica y Oro y ébano.
El poeta conservador bumangués Aurelio Martínez Mutis escribió el libro ‘Julio Flórez, su vida y su obra’, del cual el Instituto Caro y Cuervo llevó a cabo una edición, en tapa blanda y 172 páginas, en el año 1973.
Su casa natal en Chiquinquirá fue un museo durante algún tiempo y en el parque ubicado al frente de ella se erigía solitario el busto con el que se honraba su memoria. Sin embargo, en reciente visita que hicimos a ese sitio comprobamos que, en primer lugar, las personas que sostenían el museo —una pareja de viejos esposos— fallecieron y no hubo nadie que los reemplazara en su conservación, entre otras cosas porque para llevar a cabo esta tarea ¡vaya cosa tan “rara” en Colombia! no había presupuesto; y, en segundo lugar, en el parque instalaron varios bustos en homenaje a otros poetas del lugar. La casa está siendo utilizada para una peluquería y en el letrero que perpetúa su nombre —no precisamente fundido en bronce—, su apellido está escrito con “s”, no con “z”.
Por lo demás, y como siempre, la crítica destructiva, impulsada tan sólo por la envidia —y, desde luego, por la falta de objetividad que generan las pasiones políticas—, se resistió tozudamente a reconocerle sus innegables méritos. A ellos, a sus críticos, el rapsoda los fulminó, no obstante, con uno de sus poemas más hermosos, inexplicablemente ausente de los que fueron inscritos en las placas de mármol que rodean su busto erigido en su Chiquinquirá natal.
Es con aquel poema que cerramos este modesto homenaje a quien fuera -y sigue siendo- uno de los poetas más grandes que ha dado este país desmemoriado al que, de vez en cuando, conviene refrescarle los recuerdos porque a veces pareciera más inclinado a rememorar lo que no debe.
“A MIS CRÍTICOS
Si supiérais con qué piedad os miro
y cómo os compadezco en esta hora.
En medio de la paz de mi retiro
mi lira es más fecunda y más sonora.
Si con ello un pesar mayor os causo
y el dedo pongo en vuestra llaga viva,
sabed que nunca me importó el aplauso
ni nunca me ha importado la diatriba.
¿A qué dar tanto pábulo a la pena
que os produce una lírica victoria?
Ya la posteridad, grave y serena,
al separar el oro de la escoria
dirá cuando termine la faena,
quien mereció el olvido y quien la gloria”.
_____
FOTOGRAFÍAS: 1. Julio Flórez.
2. Julio Flórez.
3. Busto de Julio Flórez en la Casa Museo de Usuacurí, Atlántico.
4. Julio Flórez declamando.
5. Tiple, instrumento nacional de Colombia y que Julio Flórez tocaba.
6. Grabado en madera, arte hoy en día exótico en Colombia. Lamentablemente, no contamos con grabados sobrevivientes de Julio Flórez. En la fotografía, un grabado a fuego en madera de la artista española Raquel Maciá Rubio.
7. Caricatura de Julio Flórez.
8. Busto de Julio Flórez en la Casa Museo de Usiacurí, Atlántico.
9. Pluma y tintero.
10. Julio Flórez leyendo.
Mesa de las Tempestades, Área Metropolitana de Bucaramanga, domingo 5 de abril de 2020.
Bucaramanga, Abril 18 de 2020
Doctor Oscar:
Sabe usted que hicieron con el busto o estatua de Rafael Uribe, que siempre estuvo en la calle 36 de Bucaramanga?
O será que piensan nombrar la calle 36 como avenida Humberto Martínez?
Le agradezco la información.
NO, ingeniero, no sé, ni aquí lo sabe nadie; pero con gusto vamos a averiguar.
Excelente, doctor Oscar. Excelente.
Son pocos en estos tiempos quienes le reconocen a Julio Flórez su grandeza. Inclusive sus colegas. No conocía esa última composición del poeta, en su artículo, porque él sigue componiendo en el Olimpo.
Tampoco sabía lo de los otros bustos en su parque:….”que sin fuerzas de gigante, quiso ser gigante un día…”
La primera poesía que conocí de él fue “Celos de fiera”, era nuestro examen de la materia de Español, después conocí “Altas ternuras”…
Un día de estos desaparecen el busto, como hicieron con el de Rafael Uribe, en la calle 36 de Bucaramanga.
Fue el segundo Poeta que lei en mi vida y quien más me ha marcado.
Su forma de escribir escueta y entendible atrapan al lector desde la primera estrofa; nunca me he cansado de leerlo.