Al igual que de muchas otras cosas, fue la década de los años 60 el escenario temporal y social que presenció los esfuerzos pioneros de la que habría de ser la lucha contra la contaminación del medio ambiente por el hombre y fue al final de ella, en 1969, cuando quien venía desplegando tales esfuerzos en vano se ideó la primera multitudinaria manifestación en contra de dicha agresión de la naturaleza por el ser humano, preámbulo de lo que sería el surgimiento del gran movimiento ecologista mundial.
Ya nadie recuerda al precursor de esta desigual, pero absolutamente necesaria lucha: el senador norteamericano Gaylord Nelson, de Wisconsin. Las campañas que había promovido a lo largo de la década a favor del medio ambiente no habían surtido efecto alguno, hasta que ya en el año 1969, y basado en la idea que le proporcionaban las gigantescas protestas contra la Guerra de Vietnam, tuvo la idea de organizar una colosal protesta pública en contra de lo que venía sucediendo con los paisajes naturales, los ríos, las quebradas, los lagos, las lagunas, los arroyos, los estanques y el aire.
El entusiasmo en apoyar su proyecto fue arrollador.
El senador obtuvo la vinculación a la organización de la gran protesta ecológica del activista Denis Heyes y el día miércoles 22 de abril de 1970 se llevó a cabo la misma con total éxito.
Como era de suponerse, los activistas del sueño por un planeta limpio encontraron desde el principio la oposición, cuando no la hostilidad y hasta la agresión contra sus vidas, por parte de quienes todo lo ven bajo la exclusiva lupa de la puja irreflexiva por el poder político y económico. No vale la pena referirnos a ellos, ni a las que han sido sus aseveraciones tóxicas. Las evidencias sobre la necesidad imperiosa de proteger la naturaleza y detener ya la escalada agresiva en contra de la Madre Tierra son tan elocuentes, que se necesitaría sufrir de una ceguera mental absoluta, o de una ambición patológica, o de una total carencia de valores éticos, para ignorar la enorme importancia de esa lucha y su carácter impostergable.
De hecho, la relación entre el origen de la actual pandemia que afrontamos los seres humanos y los altísimos niveles de contaminación que venía registrando el mundo ya ha sido advertida por médicos y otras personalidades de las disciplinas científicas, quienes, además, encuentran en la contaminación una dificultad adicional para superar la peligrosa enfermedad que nos amenaza.
Como la lucha por el medio ambiente supone, indiscutiblemente, el respaldo de las instituciones estatales a lo largo y ancho del orbe, ya es hora de que personajes que menosprecian la importancia de la defensa de la naturaleza JAMÁS vuelvan a ser elegidos por sus pueblos como sus gobernantes. El mundo necesita a personas talentosas, honestas y comprometidas a fondo con esta lucha, o lo que es lo mismo, el planeta requiere de gobernantes capaces de entender que las actuales generaciones debemos entregarles a las venideras, y a las que hoy por hoy apenas transitan por la niñez, la adolescencia y la juventud, un entorno natural sano en el que puedan desplegar mañana su decurso vital sin los afanes y la incertidumbre que nos agobian.
Volver algún día a poder disfrutar de ríos cristalinos, de quebradas límpidas, de árboles que brinden sombra y brisa, de flores que recreen la vista con la magia incomparable de sus colores primarios, y de aire puro que ingrese a los cuerpos para insuflar vida, salud y esperanza, no puede seguir siendo visto como una tonta utopía.
La permanente ofensa del hombre a la naturaleza ha venido constituyendo una sistemática agresión contra la hermosa y asombrosa obra que el Supremo Hacedor le dejó como legado. Ya es hora no solo de la contrición de corazón, sino también del propósito de enmienda.
Ojalá el ego impetuoso y atrevido de dichos personajes que se creen omnipotentes les permita ver que son tan frágiles como todo el resto de seres humanos y que no son inmunes ante la rebelión de la naturaleza, ya agobiada y devastada. Excelente nota.
Gracias, Oscar Humberto, por darnos a conocer el origen de la defensa de la naturaleza en cabeza del senador norteamericano Gaylord Nelson, que inspiró la union mundial en torno a ella. Desafortunadamente, nuestro presidente Iván Duque es defensor del desarrollo sostenible, y nos va a sorprender con sus movidas políticas de nombrar al ministro de Hacienda Alberto Carrasquilla en el comité de estudio y decisión y aprobación de la explotación minera en el páramo de Santurbán. Sería lamentable y catastrófico, más que el desastre del COVID-19, que ello sucediera, no solo por el desastre natural, sino porque dejaría a Bucaramanga y sus alrededores carentes de ese precioso líquido que se llama agua. ¡¡¡¡¡ Dios nos libre !!!!!