¿RECUPERARÁN SU DIGNIDAD LAS PROFESIONES LIBERALES? Por Óscar Humberto Gómez Gómez

 

“Tiempos fueron de los grandes oradores
que en el foro con sus voces atronaban
y hasta a Temis, poderosa, cautivaban
explicando de los hombres sus errores.

Tiempos fueron de jueces tan señores,
que el honor del letrado veneraban
y a la par de su justicia demostraban
su ilustrada exquisitez como escritores.

Hoy al ver al inocente perseguido,
hoy al ver que verbo y pluma en el olvido
yacen tristes en un mundo sin valores,

hoy al ver tu decadencia, vida mía,
solo puedo, bella y noble Abogacía,
entregarte en estos versos mis amores”.

 
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La falta de unión entre los profesionales ha permitido la degradación de las profesiones.

A pesar de no ser comerciantes, según la propia ley (Código de Comercio), se dejaron meter el golazo del impuesto de industria y comercio.

Habilidosamente, el Congreso los metió a contribuir como “comerciantes” bajo el genérico concepto de “prestadores de servicios”, olvidando que debía tratarse, obviamente, de servicios mercantiles, como los que prestan los hoteles.

Aunque el problema afecta a todas las profesiones liberales, hablo de la abogacía porque fue la que ejercí toda mi vida.

Los colegios de abogados desaparecieron, víctimas de haberse dedicado sus directivos a hacer política utilizando sus investiduras.

Hoy en día jueces y magistrados arrogantes y maleducados, y funcionarios y empleados de entidades oficiales barren y trapean con la dignidad y el decoro profesional de los abogados que ejercen su profesión.

Al abogado se le ponen todas las trabas posibles para que el ejercicio de su profesión sea lo menos pacífico posible. Todas, absolutamente todas las normas que el Estado ha expedido de un tiempo para acá y que tocan directa o indirectamente a la abogacía han sido para desdorarla.

El cuento despectivo que corre dentro de los estrados judiciales es el de que los abogados que ejercen la abogacía no son más que aquellos que no lograron conseguir un puesto dentro del Poder Judicial o dentro de alguna entidad del Estado.

Con semejante mentalidad, es obvio que a los abogados litigantes se les mire por encima del hombro.

Las facultades de derecho guardan silencio y siguen dedicadas tan solo a producir abogados, sin la más mínima preocupación por su futuro.

La reforma universitaria de 1980, importada del extranjero, convirtió la educación superior en un negocio.

Hasta ese año, los jóvenes recibían su título profesional y de una vez montaban su consultorio o su oficina y comenzaban a ejercer.

Ahora no; ahora los jóvenes profesionales apenas están preparándose para su grado cuando ya tienen que estar pensando en el posgrado.

Fue la mía una de las pocas voces que se levantaron en su momento contra esa reforma.

Sobra decir que inútilmente.

 

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Ilustración: CICERÓN. Antiguo Palacio de Justicia de Roma.

Soneto: “ABOGACÍA”. El Último Guane.

 

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