El otro vandalismo. Por: El Diablillo de Parnaso

DIABLO

 

Ninguna sociedad puede sobrevivir sin justicia. La justicia es el soporte mismo de cualquier sociedad. Cuando numerosas personas, cuando numerosas familias, cuando grandes sectores sociales no encuentran quién los escuche en los estrados judiciales de su país, perciben que la vías legales de nada sirven. Y cuando las vías legales ya han dejado de ser una opción, siempre, en todas las sociedades y en todos los tiempos, la vía que se les aparece a los inconformes como única alternativa para reclamar sus derechos es la funesta vía de la violencia.

Nosotros, para no ir tan lejos, veníamos denunciando —inútilmente, por supuesto— el creciente y peligroso apartamiento de la administración de justicia colombiana respecto de la gran problemática nacional. Un apartamiento reflejado en la abrumadora invasión de tutelas contra sentencias judiciales que llegaban a la Corte Constitucional y de las que esta corporación, integrada por nueve magistrados, solamente escogía un puñado. Mientras ese puñado de afortunados sí contarían con un estudio ponderado de su reclamación de justicia, el resto, aquella cantidad enorme de colombianos a quienes nadie les estudió su caso con consideración y respeto, pasaban a engrosar el ejército de los inconformes, de los frustrados, de los resentidos. Por eso, abogábamos por la creación urgente de una verdadera jurisdicción constitucional cercana al ciudadano.

 

DIABLO

 

El recurso más común en Colombia no es el recurso de reposición, ni el recurso de apelación, ni el recurso de casación, ni el recurso de revisión. El recurso más común en Colombia es el recurso de resignación.

El recurso de resignación, sí, el último recurso con el que se ve forzada a quedarse toda esa masa inconforme de colombianos condenados a rumiar por siempre, y sin poder hacer nada, toda la carga de su frustración y su rabia.

Sin poder hacer nada, sí, ni siquiera ejercer el derecho al desahogo. Recuerdo, a propósito, cómo cierto magistrado de alta corte de cuyo nombre, como diría Cervantes, no quiero acordarme, en una sentencia en la que puso en evidencia que ni siquiera se dignó leer la demanda de tutela que le había correspondido estudiar, sentó la siguiente “máxima”: “La tutela no es para desahogarse”.

Y, entonces, ¿dónde se desahoga la gente dentro del marco jurídico cuando ve arrasados sus derechos?

 

DIABLO

 

Los casos de sentencias injustas en Colombia son innumerables. Y cada sentencia injusta, en un país que no ofrece más alternativas, alimenta la inconformidad social y, por consiguiente, el odio popular en contra de todo aquello que la justicia representa.

En teoría, los afectados pueden denunciar y quejarse, claro. Eso se le dice a todo el mundo. Pero en la práctica, terminan siendo denuncias y quejas que nadie investiga y faltas o delitos que nadie sanciona.

Para infortunio de la República, quienes generan esa inconformidad social siguen ahí, abusando de su posición dominante, despedazando la Constitución, volviendo añicos la ley, violentando la evidencia probatoria, arrasando con los derechos ajenos, destrozando la acción de tutela y convirtiendo las demás acciones ejercidas ante ellos en reyes de burlas.

Ahí siguen, sí, igual que sigue cierto güisqui, tan campantes.

 

DIABLO

 

No es la falta de justicia, claro está, la única causa de lo que estamos viviendo. Nadie está afirmando tal cosa. Entre otras muchas causas, también está la corrupción, por lo general impune; está el veto que a los clamores populares impone una red mediática que olvidó su función social y está más preocupada de Esperanza Gómez, de Epa Colombia o de Kim Kardashian, o de cuántos millones se gana este futbolista o aquel otro, o de cuánto le costó su mansión a este individuo de la farándula o a aquel otro, o de quién pasó a encabezar la lista de los más ricos, etcétera, que de darles la oportunidad de hablar a los profesionales liberales —cada vez más despojados de su dignidad, de su decoro, de su honor, de sus derechos y de sus posibilidades de salir adelante dentro de su propia patria—, a las amas de casa —ninguneadas desde tiempos inmemoriales—, a los estudiantes —que desertan de sus estudios porque en sus casas el hambre no da espera y ven que aquí estudiar no sirve de nada si no se es abyecto a los politiqueros de todos los pelambres—, y, en fin, a los ciudadanos del común, de quienes solo se acuerdan para convertir en noticia sensacional sus muertes en un aparatoso accidente de tránsito o en una protesta callejera.

 

DIABLO

 

Hace algunos años compuse unos cuantos sonetos bajo el título “Consejos que deberá seguir todo gobernante que de verdad anhele conducir a su pueblo hacia el abismo”. Cierro con uno cualquiera de ellos:

 

A la justicia politízala completa,

Garantiza que el corrupto tenga fuero,

Y si quieres acabarla más ligero,

No hagas nada si la toga se irrespeta.

 

Tú confórmate si no es analfabeta,

No le adviertas que ser justos es primero,

Y si el pueblo exige un cambio verdadero,

Ya tú sabes al final cómo es la treta.

 

No te olvides de añadirle a la receta

Todo aquello que la honestidad objeta,

Y haz con costas y aranceles que el dinero

 

Sea el que siempre en los estrados ponga el pero,

Que el acceso a la verdad se quede en cero

Y fundarás una gran republiqueta.

 

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