Acostumbrados como ingenieros químicos a llamar reactor en la industria química al equipo en cuyo interior tiene lugar una reacción físico-química, diseñado para maximizar la conversión y la selectividad de esa reacción con el menor coste posible, olvidamos que el cuerpo humano, bajo la anterior concepción y similares características, cumple cabalmente con la etimología dada a un reactor, y no necesariamente a uno cualquiera, sino al más importante de todos, toda vez que en su interior se llevan a cabo, no una, sino múltiples reacciones químicas, todas ellas diseñadas y/o encaminadas evolutivamente para maximizar la conversión de materias primas tales como metabolitos y aire, útiles en la producción de “vida”, con eliminación de desechos y subproductos.
Bajo el anterior punto de vista, el metabolismo o autopoyesis es la esencia de la vida. Implica tener capacidad para sintetizar proteínas, sincronizar las reacciones vitales funcionales, mantener su nivel estructural y molecular, auto-repararse continuamente, y, en casos fortuitos e inesperados como este de un ataque patógeno viral, a como dé lugar atacar y destruir al enemigo a sabiendas de que el Covid posiblemente se encuentra en una etapa evolutiva tendiente a la obtención de vida autónoma, pero que se encuentra actualmente en forma de moléculas de ARN que se pueden multiplicar y conservar, mas no alimentar, por lo que deben hacerlo a través nuestro, lamentablemente acudiendo a células focalizadas en el aparato o sistema respiratorio (nariz, faringe, laringe, tráquea, pulmones, bronquios, sistema hemodinámico y corazón).
A propósito, una vacuna ARNm como la actual investigada modernamente no se investiga malintencionadamente, tal y como se dice, con el objeto de desinformar genéticamente con descontrolada producción masiva de monstruos y endriagos, sino por el contrario, con el objeto de enseñar al organismo humano a defenderse en caso de ataque, con producción de anticuerpos, evitando la enfermedad, que no solo deteriora físicamente, sino, en casos extremos, deteniendo el funcionamiento y para siempre del biorreactor.
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MANUEL ENRIQUE REY.— Ingeniero químico de la Universidad Nacional de Colombia. Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander. Autor de varios libros.