El final inmortal de “Zorba el griego”: resiliencia y algo de locura. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

 

Los últimos tres minutos de la película “Zorba el griego” fueron los que realmente le dieron a ese filme la inmortalidad.

Pero no solo al filme: también se la dieron a esos dos hombres que se ponen a bailar en la playa a pesar del desastre que les acaba de suceder.

Uno de ellos es Basil, quien acaba de perderlo todo.

 

 

Representado por el actor inglés Alan Bates, Basil lo había invertido todo en una importante obra civil que acaba de venirse abajo en medio de un gran estruendo mientras los asistentes a su inauguración corrían despavoridos.

Basil era un hombre de clase media alta, instruido, muy serio, rígido, con un estricto sentido del dinero y del trabajo, y siempre había rechazado los ofrecimientos de Zorba quien le proponía que sacara tiempo para enseñarlo a bailar. Basil consideraba que eso sería gastar tiempo precioso en una tontería.

 

 

Alexis Zorba, su empleado (representado por el actor mexicano Anthony Quinn) tenía una visión totalmente distinta de la vida; era un hombre pobre, sencillo, elemental y alegre.

Ante aquella terrible catástrofe, Basil se siente acabado, destruido, derrotado por la adversidad, y es consciente de que, luego de haber viajado a esa isla griega, a Creta, pletórico de sueños y confiado en que por fin sería inmensamente rico, ha quedado, de un momento a otro, ahí, en la playa, sumido en la soledad —excepto por la compañía de su leal y medio loco empleado—, con tan solo el traje blanco y sucio que lleva puesto.

 

 

Pero, entonces, en medio del profundo desconcierto, se le aparece la solución que le permitirá afrontar esa dura realidad, aquella confusa y abrumadora mezcla de postración, rabia, derrota e impotencia en que ha quedado: la solución es dejar de ser tan serio, tan rígido consigo mismo, entender y aceptar que los reveses son parte de la vida, darse una oportunidad de ser un poco loco, como Zorba. Y es cuando se vuelve hacia él y lo sorprende al pedirle que le enseñe a bailar… Al momento, se estará riendo de su desgracia…

 

 

Aquí está la escena final de “Zorba el griego”…

Que también inmortalizó la bella melodía del maestro Mikis Theodorakis, por supuesto…

 

 

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