Inmovilidad automotriz y siembra de árboles, propósitos humanitarios. Por Manuel Enrique Rey

 

La mayoría de los habitantes del planeta, acostumbrados al permanente y potenciado deterioro auditivo proveniente del ruido automotor, apenas justificamos la idea de un día sin movilidad, en la medida en que nos hemos acostumbrado a dichas perturbaciones con deterioro y exacerbada sordera debido a la potenciación de la onda sonora a medida que aumentan los decibeles.

 

Casi nadie piensa que esa excelente medida obligatoria, de al menos un día de infarto móvil, disminuye los índices de accidentabilidad; tampoco, que la contaminación debida a los gases tóxicos provenientes de la combustión se convierten en vectores deteriorantes de la salud pública; tampoco, que dicho proceso oxidativo (que toma oxígeno) es exotérmico, lo que contribuye al aumento de la temperatura del globo terráqueo, ayudando a producir efecto invernadero debido al gas carbónico emitido durante el proceso de combustión.

 

Para consuelo de muchos, aún no se sabe con exactitud a dónde va a parar tanta emisión de dióxido de carbono vertida en la atmósfera mediante la combustión de carbón, petróleo, gas y madera, de tal suerte que en menos de un siglo, hemos pasado de unas cuantas toneladas, a hablar de gigas (mil millones de toneladas de carbono). Cuando estudiaba ingeniería química en la Universidad Nacional, en la década de los sesenta, se hablaba de cinco gigas, cantidad que actualmente debe haber aumentado considerablemente, ¡y aún seguimos respirando igual que antes y campantes!

 

Tampoco casi nadie sabe, teniendo a disposición Internet, lo que los científicos han determinado con exactitud, consistente en que durante la combustión, como sería el caso de los carburantes automotores, se consume oxígeno de la atmósfera, y que el desarrollo de las plantas lo vuelve a ella. Los científicos también saben que por cada tonelada de carbono quemada se consumen 8 toneladas de oxígeno. Que estamos quemando 6 giga-toneladas de carbono por año, por lo cual podríamos esperar que el oxígeno se esté consumiendo a razón de trece partes por millón y año. La reserva de oxígeno en la atmósfera, aunque grande no es infinita.

 

Qué importante fuese para nuestra comunidad que, por ejemplo, la UIS iniciara en Santander un programa estadístico de mediciones de dióxido de carbono y de oxígeno periódicos, que impulsara en un futuro y a escala mundial, serios compromisos globales con implementación de políticas gubernamentales en bien de la humanidad.

 

Qué bueno fuese también, para nosotros los santandereanos, tildados en el país de atrasados y parroquianos, que dejásemos de echarle toda la culpa de nuestras desgracias a los burócratas, y aprovechando nuestro máximo templo universitario de la ciencia, dedicásemos el día sin carro que nos invita al solaz familiar, a pensar, incluso apoyados por la ficción, en producir toda una serie de cachivaches, tal como lo hacen actualmente los chinos, de forma tal que pudiésemos quitarle parte de la importantísima función que a diario realizan los árboles relacionada con la producción de oxígeno en bien de nuestra precaria ontología.

 

Mientras tanto, durante el día sin carro dediquemos parte del día a sembrar árboles.

 

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