Murió hoy en el Hospital Los Comuneros de la capital del departamento de Santander, donde se encontraba recluido víctima de una grave enfermedad que había minado sus condiciones de salud, el magnífico actor santandereano WALTER ARDILA.
El pasado mes de enero el maestro ARDILA le había revelado al autor de esta luctuosa nota informativa que se hallaba a la espera de que le definieran un par de proyectos pendientes para este año y le había prometido que si ello ocurría le respondería, seguramente de manera positiva, su solicitud de que le concediera una entrevista.
La idea de quien ahora escribe estas líneas era llevar a cabo, en efecto, una entrevista amplia y completa con él, a través de la cual, sin los apremios, la brevedad y la velocidad vertiginosa que se apoderó del periodismo actual, le narrara con total tranquilidad al pueblo santandereano y colombiano su decurso vital en el arte escénico, comenzando por sus sueños en la edad temprana, y le contara las razones por las cuales solo terminó haciendo su incursión en las tablas y ante las cámaras cinematográficas ya en la edad madura. Igualmente, con la entrevista perseguía que revelara sus interioridades acerca del por qué su enorme talento como cantante de baladas románticas no fue aprovechado en su oportunidad. Lamentablemente nada de ello pudo concretarse y hemos quedado todos sumidos por siempre en las dudas que nos surgieron y nos acompañaron desde que descubrimos su tardía incursión en el teatro y en el cine.
Comparto, pues, esta triste noticia con ustedes y ante la realidad de lo irremediable solamente me queda encomendar en mis oraciones personales a este excelente artista santandereano. Un artista que pasó por mi vida de manera fugaz, pero me dejó la impronta indeleble de quien fue un hombre sencillo, un ser humano despojado de egos, que parecía no ser consciente de su valía, amante irreductible de su terruño natal, comprometido con las bellas artes, que me pareció tendiente a la soledad y a huir de reconocimientos y alharacas en torno a su nombre y a su imagen, y quizás eso contribuyó a que no se le situara en el lugar que verdaderamente se merecía.
Aunque con extensos y profundos entronques familiares con la población santandereana de Zapatoca, la Ciudad Levítica y la Ciudad del Clima de Seda (como la llamó el presidente de la República Eduardo Santos), el maestro WALTER ARDILA había nacido en Bucaramanga – en el año 1957 – y sus estudios de bachillerato los adelantó en el Colegio San Pedro Claver, prestigioso plantel bumangués regentado por la Compañía de Jesús desde que esta comunidad religiosa católica suscribiera un convenio con el Departamento de Santander en las postrimerías del siglo XIX a través del cual adquirió el compromiso de administrarlo, y, finalmente, y luego de que el establecimiento sufriera un cierre que en su momento se creyó definitivo, lo adquiriera y lo pusiera de nuevo en funcionamiento.
En la escasa aproximación personal que alcancé a tener con él, cuando todavía venía a mi casa aquel hombre alto, delgado y casi tímido, a amenizar nuestras reuniones familiares con su karaoke y sus luces multicolores, pero también con la desconcertante dulzura de su excelente voz y la cálida sencillez de su trato, me enteré por él mismo, y a través de una voz queda y sin ínfulas ni pretensiones, de que había adelantado sus estudios superiores en la Universidad Autónoma de Bucaramanga (UNAB), donde cursó y culminó su carrera de Derecho.
Que el Supremo Hacedor lo reciba en su gloria, maestro.
FOTOGRAFÍA: Walter Ardila como Poncio Pilatos en el drama “JESÚS DE NAZARET”. Grupo de Teatro Experimental de New Jersey. Presentación en Las Vegas (USA). Semana Santa de 2002.
El descubrimiento de Walter Ardila. Por Óscar Humberto Gómez Gómez