IN MEMORIAM.
Por Manuel Enrique Rey.
Una de las mejores maneras de despedir para siempre a quien fue nuestro dilecto amigo es haciéndole un merecido homenaje a su memoria, recordar determinadas acciones de control en la dimensión acuciosa del tiempo. Podría ser pesaroso no bloquear o permitir que el olvido no reconociera a través de la memoria algunos de los recuerdos y de los episodios que alrededor de su compañía fueron gratos, provenientes casi todos ellos de cercanos tiempos idos. Se trata de algunas vivencias y recuerdos que hicieron grata nuestra amistad y compañerismo con quien recién acaba de partir: con Gabriel Gómez Quijano.
Corría el año de 1999 y a mis manos llegó un formulario de inscripción para el IX Festivalito de Música Colombiana a realizarse los días 15 y 16 de mayo. El nombre de la agrupación que posteriormente fue clasificada por los organizadores del evento como dueto vocal se llamaba: “Alma y Folclor”. Los integrantes del grupo, quienes se habían vuelto indispensables cada vez que queríamos pasar un rato ameno se conformaba por: Gabriel Gómez Quijano quien tenía por instrumento la primera voz y una melódica; Elizabeth Rodríguez Quiroga, la segunda voz; Jorge Sandoval Muñoz quien punteaba guitarra; y Luis Carlos Arenas quien rasgaba tiple. No estoy seguro pero me parece ver tocando un bajo al virtuoso Nilson Guerrero.
Indudablemente, todas las obras propuestas al jurado, pertenecían al afamado compositor Juan Héctor Orejarena, de quien nos habíamos acostumbrado a escuchar y a tararear sus melódicos y pegajosos bambucos tales como Colombia en Paz, A Santander, A Mi tierra Soberana; sobre todo, aquel hermoso pasillo lírico titulado, Mi Cuento; de igual manera, el vals que llenaría de nostalgia y recuerdos gratos a los que ostentaban orgullosos el gentilicio gironeses, me refiero a Mi San Juan de Girón.
La agrupación había surgido 13 años antes, en 1996. Había ganado en el Cuarto Concurso Nacional de la Canción Inédita José Alejandro Morales en el Socorro (Santander) el año de 1997 con el tema Colombia en Paz, cómo ya se dijo anteriormente compuesta por el maestro Juan Héctor Orejarena Plata. Para diciembre, la discografía nacional se emocionaba oyendo el primer CD del grupo.
Hasta hace pocos años, mientras su salud se lo permitía, el maestro amenizaba cada cumpleaños mío con su orquesta. Llegaba de sorpresa. El grupo se había ampliado con Alexander Conde, guitarra y cuatro; con José Antonio Henao Martínez al bajo; con Gabriel Ricardo Gómez Pinto tocando el saxofón; y en la percusión, con Víctor Hugo Henao Martínez. Qué grato era despues de despedirse oir en grabación su segundo trabajo musical denominado “Albúm para el recuerdo”.
Se me olvidaba contar que las gratas reuniones periódicas jamás se acababan por falta de música. Era que no podía uno reírse más. Gabriel, quien gustaba pararse encima de algún podio lo hacía a uno desternillarse de la risa con sus muecas, sus disfraces, sus remedos. Dios y los santos deben estar gozando con tanta endorfina, la hormona de la alegría. Apenas Gabrielito traspasó la puerta del cielo.
Gratos recuerdos nos dejó Gabriel, como amigo, músico y actor, pues realmente lo fue; el conjunto Alma y Folclor, el que siempre dirigió, al partir Gabriel se quedó sin alma.
apg.-
sin alma.
Sí señor, se nos marchó Gabrielito lindo. Era mi primo, pero caminamos por senderos diferentes y por continentes bien lejanos. No obstante, en mis regresos esporádicos a mi tierra siempre había tiempo para armar una parrandita, escuhar sus canciones, tomarnos un aguardiente, repasar nuestra infancia y, cómo no, deternillarnos de la risa con sus chistes, qué talento. El año pasado lo ví. Ya tenía planes de restaurar sus fuelles; cuando me despedí le dije: el año que viene nos vemos, prepara los aguardientes. Pero no me esperó…cambió de escenario y nos dejó bien huérfanos a todos. Allá nos vemos, Gabrielito lindo (así firmaba sus mail cuando nos escribíamos). Maldito tabaco…