Sí, claro: estas son imágenes de otros lugares donde también está ocurriendo lo mismo. Por un inoportuno accidente técnico, sólo hasta dentro de unos días tendremos las propias, las nuestras, las de nuestra martirizada y desesperante “autopista”. Pero no olvidemos aquello de que “mal de muchos, consuelo de tontos”. El hecho de que la contaminación esté regada por todas partes y que amenace con enfermar a la humanidad entera no significa que aquí, en el área metropolitana de Bucaramanga, debamos quedarnos sumidos en la estupidez de la conformidad.
Nosotros, los que no necesitamos de pruebas gráficas, porque hemos padecido personalmente la espantosa contaminación por humo negro que se registra en el trayecto Piedecuesta – Floridablanca – Bucaramanga, le exigimos a nuestro indolente Estado que asuma, de una vez por todas, su deber constitucional de proteger nuestras vidas y nuestra integridad física, amenazadas cada día más por esta creciente contaminación del aire que respiramos.
Lo primero que uno se pregunta, ante esas gigantescas y deformes columnas de humo negro detrás de las cuales nos toca marchar a regañadientes, con ardor en los ojos y hollín en los pulmones, es: ¿Con qué derecho se nos obliga a respirar aire contaminado?
Sí, con qué derecho. Con qué derecho los dueños de esos vehículos, sus conductores y las empresas a las cuales se encuentran afiliados, mejor dicho, con qué derecho quienes se benefician con la circulación de esas chimeneas ambulantes, con qué derecho, preguntamos, siguen contaminando el aire de la zona metropolitana de Bucaramanga. Con qué derecho una entidad que fue creada y que se sostiene con los impuestos que pagamos todos los contribuyentes del erario con el producto de nuestro trabajo, decide, de manera arbitraria, instalar un retén permanente frente al casco urbano del municipio santandereano de Floridablanca y sólo se dedica a interceptar, mortificar y extorsionar a los vecinos de Ruitoque y a sus visitantes exigiéndoles que presenten el extintor de incendios y el equipo de carretera, como si estuvieran de viaje, mientras deja pasar las volquetas, los buses, las busetas, los automóviles y las motocicletas que van dejando tras de sí verdaderos chorros de humo que ennegrecen el ambiente. Con qué derecho esta entidad se siente dueña de la autopista y cree que puede -selectivamente- perseguir al que quiera y dejar pasar al que quiera, así éste esté violando las más elementales normas de convivencia.
Pero no es sólo el humo negro. Son también otras cosas. Y otras preguntas. Con qué derecho, por ejemplo, la Dirección de Tránsito y Transporte de Floridablanca deja pasar tractocamiones que van circulando por la izquierda y a altas velocidades, a pesar de que todo el mundo sabe -y deberían saberlo las autoridades de tránsito- que los vehículos pesados deben circular por la derecha y que hay una velocidad máxima en carretera, que es de 80 kilómetros por hora. Con qué derecho permite, y lo permite la Policía Nacional, y lo cohonesta la Alcaldía Municipal, que a los automóviles y camionetas se les instalen parlantes gigantescos y sus maleducados conductores recorran las calles citadinas o se parqueen con su música -generalmente de pésimo gusto- a fastidiar a todo el mundo con volúmenes ensordecedores.
Y lo mismo sucede en el casco urbano de Bucaramanga. Y lo mismo, en el de Floridablanca. E igual, en el de Piedecuesta. Y, por supuesto, en el de Girón. Es decir, sucede igual en toda el área metropolitana. Pero nadie dice nada. A nadie se le sanciona. A nadie se le intercepta el paso para llamarlo al orden o sancionarlo.
¿Es que las autoridades de tránsito, y las de policía, y las alcaldías, ignoran que el cáncer pulmonar ya es una triste, peligrosa y preocupante realidad en el área metropolitana? ¿Tendremos que describirles los últimos momentos de enfermos de esa terrible patología cuyos dramas hemos conocido personalmente, para que se den por aludidos?
¿Para qué diablos instaló la Corporación de Defensa de la Meseta de Bucaramanga (CDMB) ese horroroso armatoste en el parque San Pío (que, entre otras cosas, no se llama San Pío, sino Guillermo Sorzano) dizque con el propósito de “medir los niveles de contaminación”, si todos sabemos ya que son niveles sencillamente escalofriantes y lo que estamos esperando hace años es que comiencen, de una vez por todas, a interceptarles el paso a los vehículos contaminadores y a arrestar a los responsables de su circulación en malas condiciones?
¿Hasta cuándo tendremos que resignarnos a circular durante largos trayectos detrás de un vehículo contaminador, sin poderlo adelantar, y tragándonos todo el humo negro que brota a raudales por sus tubos de escape?
¿Hasta cuándo tendremos que oír resignados la estridente música del carro de al lado, sin poderle siquiera sugerir a su conductor que le baje un poco al volumen porque nos exponemos a tener que soportar la grosera reacción de un energúmeno?
¿Hasta cuándo entenderán las autoridades que contaminar el medio ambiente con chorros de humo negro o con un ruido por encima de los decibeles permitidos es una falta mucho más grave que, pongamos por caso, parquearse momentáneamente en un sector prohibido o salir en el automóvil olvidando que justamente ese día estaba de “pico y placa”? ¿Quién diseñó el orden de prioridades en las instituciones encargadas de REGULAR EL TRÁNSITO?
¿Hasta cuándo comprenderán que un tractocamión a alta velocidad y desplazándose por la izquierda representa un peligro inminente para la vida de quienes van circulando por esa misma vía y que se ven precisados a adelantar por la derecha, exponiéndose a que el irresponsable conductor cambie súbitamente de carril y los arrolle?
Por favor, direcciones de tránsito del área metropolitana: al menos justifiquen su existencia: no mortifiquen, ni persigan, ni extorsionen a los conductores que nada malo están haciendo. Más bien, intercepten los vehículos pesados que al circular por la izquierda y a gran velocidad van poniendo en peligro a las personas.
Y ¡no dejen circular más a los vehículos contaminadores! Sí: a los que contaminan el medio ambiente con su música a volúmenes infernales y a los que lo contaminan con sus espeluznantes chorros de humo negro.
En cuanto a esta segunda modalidad de contaminación, sobra advertir que no se trata de arreciar la exigencia del llamado “certificado de gases”, porque ustedes saben que eso es una farsa. De lo que se trata es de parar los vehículos que EVIDENTEMENTE vayan contaminando.
Sí: ¡Impongan la autoridad para que no tengamos que respirar todos los días dosis elevadas de monóxido de carbono o exponernos a una sordera progresiva mientras nos dirigimos, en medio de los interminables atascos que ustedes mismos contribuyen a generar con sus retenes, hacia los lugares donde honradamente nos ganamos el pan! Si no tienen conciencia de sus verdaderas funciones, porque nadie les ha explicado qué es primero y qué es segundo, ¡al menos tengan piedad con los pulmones y los tímpanos de la pobre gente que vive en el área metropolitana de Bucaramanga!
¡O tan siquiera tengan piedad con sus propios pulmones y sus propios tímpanos!
Sí, porque ustedes también respiran. Y sus familias respiran.
Y ustedes también tienen tímpanos. Y los tienen sus familiares.
Y, la verdad sea dicha, no conocemos ninguna enfermedad que haga distinciones.
Dr. Oscar Humberto, es tan interesante todo lo que usted nos describe en este artículo, pero sí quiero decirle que es también importante que nos manifestemos mediante alguna figura jurídica (Derecho de petición, tutela, acción popular, etc) ante las autoridades competentes (CDMB, Secretaría de Salud, Ministerio del Medio Ambiente, Dirección de Tránsito) con el fin de obtener de cada uno su respectiva respuesta y así lograr que se defina un directo responsable sobre quien recaerá, establecer las sanciones del caso. Quiero acompañarlo en todo lo que usted estime conveniente para denunciar todo esto que sucede en nuestra sociedad y que ya es justo que nos manifestemos. Espero su respuesta y cuente con mi colaboración. Gracias.