¡Feliz Día Nacional del Periodista! Por Óscar Humberto Gómez Gómez

¿Se hubieran conocido los pormenores de la vida de Jesucristo, si los evangelistas no se hubieran puesto en la tarea de relatarlos?

¿Se hubiesen conocido los rasgos de la personalidad de Simón Bolívar y sus interioridades, si  su edecán Luis Perú Delacroix no los hubiera ido copiando en lo que después vino a constituir el Diario de Bucaramanga?

¿Se hubiese sabido de la Insurrección de los Comuneros, de la gran marcha a Santa Fe, de las capitulaciones de Zipaquirá y del apresamiento y ejecución de cuatro de sus líderes, si Manuel Ancízar no hubiera registrado esos acontecimientos en su Peregrinación de Alpha?

¿Hubiéramos conocido lo mismo que conocemos del Imperio Romano y de sus costumbres decadentes, de las orgías y de la sangre de los gladiadores en su circo, sin la pluma de Suetonio?

El que haya habido, y haya hoy en día, hombres y mujeres, a lo largo del mundo y de los tiempos, que han sentido como suyo el oficio de relatar lo que va sucediendo a su alrededor, es lo que ha permitido que el mundo haya podido reconstruir más tarde su devenir histórico.

El periodista es un valioso auxiliar del historiador.  Es el historiador del día a día. Es el que narra hoy lo que será memoria histórica mañana. El periodista escribe o relata oralmente la historia a medida que ella va sucediendo. El periodista también hace la historia.

Hoy, sábado 9 de febrero, es el Día Nacional del Periodista.  Aunque hay otra fecha de conmemoración oficial. Eso no es, en últimas, relevante.

Sí lo es, en cambio, el hecho de que el periodismo colombiano ha tenido que abrirse paso a codazo limpio entre una maraña de obstáculos que pretenden impedir su libre ejercicio.

Las presiones no son sólo económicas: ” Usted no se mete conmigo, o le quito la pauta“. [Sí, la pauta. La oficial, que no debería estar al vaivén de los gustos o caprichos de los funcionarios públicos, porque, en últimas, no es dinero de ellos, sino de todos nosotros. O la publicitaria privada, con que se ahogó, pongamos por caso, a El Espectador, hace algunos años]. Son también de otro orden: “O le pongo una bomba en sus instalaciones“, como les pasó a El Colombiano, a El Espectador o a Vanguardia Liberal. “O cancelo la suscripción“, como hizo al final cierto director corrupto de una institución estatal después de haber anunciado inicialmente que denunciaría por calumnia al medio que lo había puesto en la picota pública de la portada. “O lo mato“, como ha ocurrido tantas veces, en esta sociedad en la que el respeto por la vida no se ha podido todavía aquilatar como derecho a pesar de tantos enunciados constitucionales.  Incluso: “O la violo“, como acaeció con una distinguida y valerosa periodista de El Tiempo, violación que, por supuesto, no la hizo quedar mal a ella (porque la mujer violada jamás queda mal), sino a sus violadores (que son los que siempre quedan mal, quedan retratados como lo que son). Por estas calendas ha comenzado a emerger otra forma de amedrentar al periodista: la denuncia penal. Que no es sino la amenaza de hacerlo ir a parar, con todo y su libreta de apuntes o su pequeña grabadora, a una mazmorra.

En la fragilidad de nuestra memoria permanecen los periodistas que hemos conocido, que han honrado ese noble oficio por estas tierras, que nos han ayudado en la divulgación de nuestros sueños y de nuestros logros, algunos de ellos ya en la presencia sempiterna, en la Gloria del Gran Arquitecto del Universo, otros aún aquí en la Tierra, en su tierra, en la brega diaria.

¡Feliz Día Nacional del Periodista!

 

 

 

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