Estos eran un par de vendedores
que atendían una tienda de señores
donde ropa muy costosa se vendía,
y he aquí que ocurrióles cualquier día
el suceso sin igual que se relata:
un sujeto de sombrero y alpargata
llegó allá y preguntóles si ahí habría
un traje a la medida, y elegante,
pues quería un fino atuendo en ese instante
para cambiarse las ropas que traía.
Un empleado, al notar sus mataduras,
y reparar en sus tristes vestiduras,
le aclaró muy circunspecto al campesino,
deseando no tenerlo de vecino:
“vea, hombre, yo no quiero molestarlo,
pero un traje de aquí para pagarlo
exige un comprador adinerado,
pues tan sólo vendemos al contado;
me parecería mejor si se midiera
una ropa más acorde a su cartera:
yo sé que quedará bien presentado
si se compra un lindo traje en el mercado”.
En esas entra un sujeto bien vestido,
de porte, y de lenguaje distinguido,
con calzado reluciente, perfumado,
y el aspecto de un ilustre doctorado.
El locuaz vendedor que al campesino
ha cerrado con discursos el camino
se dirige hacia el nuevo visitante
caminando con andar de petulante,
modulando con falsía los acentos
cual si fuese un archiduque de otros tiempos.
“A sus órdenes, dilecto caballero”,
lo saluda, imaginando su dinero.
“ ¿ Qué desea usted medirse, señor mío ?
¿ El atuendo es para el sol o para el frío ?”
Entretanto aquella escena así sucede,
el hombre del que han dicho que no puede
adquirir sino ropajes de rebaja,
ha sacado, como mago, de una caja
unos fajos muy enormes de dinero
amarrados con cabuya, caucho y cuero,
y le compra al vendedor que lo ha atendido
no una sola camisa, no un vestido,
sino tal cantidad de mercancías
que su estreno ha de lograr en muchos días,
obsequiándole, al final de todo aquello,
una suma que lo deja sin resuello.
En cambio, el otro caballero, el distinguido,
el del porte de un galán bien parecido,
el sujeto del cabello engominado,
el hombre al que le brilla su calzado,
ha dejado al vendedor con desconsuelo:
¡ venía sólo por un mísero pañuelo !
Y más grave todavía su pecado:
! Quería que su compra fuera … al fiado !
Guarda siempre este consejo en tu conciencia:
no te dejes deslumbrar de la apariencia,
pues hay veces en que “horrible” es “primoroso”,
y veces en que “bello” es “horroroso”.
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[Tomado del libro Poesías infantiles. Óscar Humberto Gómez Gómez. Ilustraciones de Pedro Jesús Vargas Cordero / Medellín / 1a. edición. Casa Editora Los Hermanos Gómez. Bucaramanga. Impreso por Cargraphics / Bogotá / 2005, págs. 11 -13].
Dr. Oscar Humberto: excelente, como todas sus composiciones.
Estupendos, admirables y reflexivos textos, Dr. Oscar; gracias por compartir su riqueza literaria.
Abrazo.
Como siempre, muy pero muy en el punto, Oscar. Ay jijue si a mí eso me pasa a diario.
Un abrazo.
Hermosa poesía, Dr. Oscar Humberto. NO TODO LO QUE BRILLA ES ORO.
¡¡¡ BENDECIDO !!!
María Ruth Díaz Enciso
Medellín
Gracias por tan valioso aporte humorístico, crítico y real.
Alcides Antonio Jáuregui Bautista
Noticiero del Llano
Villavicencio
Está muy claro: las apariencias engañan.
Qué linda poesía, doctor Oscar Humberto, y excelente moraleja! Al estilo antiguo, el de los grandes poetas. No me canso de leerla.
Mil gracias, Dr. Oscar Humberto, por compartir este escrito tan lleno de humor y de realismo. Dios lo bendiga.
Libia