S.O.S. BAMBUCO. Por Óscar Humberto Gómez Gómez (*)

ÓSCAR. EDITORIAL.La Unesco declara el folclor vallenato Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Daniel Samper reedita su obra sobre el vallenato clásico. En la televisión pasan la vida de varios cantantes vallenatos, como Rafael Orozco y Diomedes Díaz. Al Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar asiste el presidente de la república. La Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación crea una categoría para otorgar el Premio Grammy Latino en el género vallenato. Las ferias y las fiestas de todos los pueblos de Colombia —incluidos los del Gran Tolima, donde nacieron duetos como Garzón y Collazos o Silva y Villalba o Los Tolimenses— se inundan hoy en día de agrupaciones vallenatas. A la Feria de Bucaramanga, es decir, a la de la capital de Santander, la tierra natal de José A. Morales, literalmente ya no le cabe un acordeón más. Se separa una pareja de vallenatos, el del acordeón y el cantante, y de una vez todos los medios, la prensa, la radio y la televisión, reseñan la noticia. Y ni qué decir de lo que acontece cuando muere un artista vallenato: el funeral se convierte en una torrencial manifestación popular que es transmitida en directo por los grandes noticieros, son numerosas las entrevistas y varios los días en que se continúa hablando del tema. Ya hasta en los billetes hace presencia el vallenato a través del sombrero “vueltiao”, nuevo símbolo del país ante el mundo.

Y mientras tanto, ¿qué está pasando con el bambuco, otrora el aire nacional por excelencia? ¿Y qué, con el tiple, antaño el instrumento nacional de Colombia?

No se puede seguir pretendiendo tapar el sol con un dedo. A un concurso o festival de tiple no asiste jamás el presidente de la república, ni los medios los reseñan siquiera. Pero más grave que eso es la creciente falta de tiplistas participantes. Así, para no ir tan lejos, en el concurso de tiple que se celebra en Charalá ya casi no se hacen presentes ejecutantes del tiple, al punto de que los organizadores tuvieron que ampliar el concepto de este instrumento y abarcar dentro de él al requinto, bajo el nombre de “tiple-requinto”. Debido a ello, varios de los concursos de tiple los ha ganado un requintista.

Pero no solo el tiple y el bambuco como tal vienen de capa caída; también es palpable la paulatina desaparición de los grandes duetos vocales intérpretes de música andina colombiana. Con la reciente muerte de Mario Martínez, por ejemplo, se consolidó del todo la desaparición del dueto Hermanos Martínez, pues ya antes había fallecido su otro integrante, el violinista Jaime Martínez. Por quebrantos de salud, el dueto Silva y Villalba también abandonó la escena artística. Y si bien es cierto subsisten algunos duetos, ninguno cuenta con la difusión y el respaldo popular con que contaron los que han desaparecido. Mientras que desde sus orígenes Garzón y Collazos contaron con la disquera Sonolux y Silva y Villaba con la Philips, los duetos que hoy tratan de no desaparecer no cuentan con disquera alguna, excepción hecha de Los Hermanos López, que contaron hasta hace poco con Discos Fuentes en virtud de un convenio especial. De resto, los duetos de música andina colombiana tienen que grabar por su propia cuenta, y por su propia cuenta también tienen que comercializar sus producciones discográficas, las que prácticamente siempre les producen pérdidas.

Sobreviven festivales como el Mono Núñez en Ginebra, Valle, pero las condiciones en que deben viajar y hospedarse los artistas son difíciles, y aparte de la satisfacción de participar en ellos y de los aplausos del público, los participantes no reciben nada, excepción hecha de los ganadores, a quienes, en todo caso, se les entregan unos premios que, comparados con los que reciben los artistas vallenatos, resultan irrisorios.

El bambuco, la guabina, el pasillo, la danza, la rumba criolla y, en fin, todos los aires autóctonos propios de la música andina colombiana suenan cada vez menos en la red radiofónica nacional. Salvo en programas institucionales que son trasmitidos a una hora determinada —casi siempre en la madrugada—, y por lo general en las radiodifusoras culturales —a las que, dicho sea de paso, también llegaron los acordeones—, no se escucha jamás en la radio un bambuco, mientras que, en cambio, el vallenato suena a toda hora del día y de la noche, y en cualquier emisora.

Esta orfandad de apoyo genera, desde luego, desaliento entre los jóvenes que se aproximan a un género musical que perciben como decadente. Consiguientemente, son cada vez más los que lo abandonan y se dedican a otras expresiones musicales, como el vallenato mismo, la salsa o la música norteña.

Ojalá haya —y muy pronto— una reacción decidida que evite la catástrofe definitiva para una manifestación musical que a lo largo de muchos años fue símbolo nacional de Colombia y a la que hoy el Estado, los medios de comunicación, las disqueras y la sociedad toda parecieran haberse propuesto sumir en las insondables profundidades del olvido.

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*: Miembro Activo de la Sociedad de Autores y Compositores de Colombia (SAYCO).

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1 respuesta a S.O.S. BAMBUCO. Por Óscar Humberto Gómez Gómez (*)

  1. Felicitaciones Dr. Óscar Humberto por este excelente comentario, viva realidad de lo que estamos viviendo en nuestro departamento. Podemos decir que en Santander, y en especial Bucaramanga, perdimos la identidad musical. Qué tristeza pero así es.

    Cordial saludo.

    apg.

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