VICENTE ARENAS MANTILLA Y EL GENERAL FARÍAS. (II). Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander.

 

 

Gracias a Vicente Arenas Mantilla puede el piedecuestano de hoy, el bumangués de hoy, el santandereano de hoy, el colombiano de hoy, en una palabra, el hombre de hoy, puede -digo- intentar una aproximación romántica a esa Piedecuesta y a esa Bucaramanga antiguas que él magistralmente describe con su amena, sencilla y ágil pluma de escritor consagrado.

Sí, de escritor consagrado. Porque, a propósito, esto es algo que debemos dejar precisado de una vez: que en una sociedad en la que había médicos que escribían, y abogados que escribían, y odontólogos que escribían, y, sacerdotes que escribían, y, en fin, personas con diferentes profesiones, artes u oficios que dedicaban algunos momentos de ocio para escribir —tal y como sigue aconteciendo ahora—, Vicente Arenas Mantilla fue un hombre que dedicó su vida, con exclusividad absoluta, con entrega total, con la dedicación plena de su existencia, al oficio de escribir.

Con las naturales consecuencias, claro está, que trae aparejadas hacerlo en un medio cultural como el nuestro, donde la vida gira solamente alrededor de lo útil y de lo económicamente productivo.

 

 

 

La aproximación literaria al entorno piedecuestano y bumangués de entonces —que por momentos se extendió a otros lugares de nuestra geografía comarcana, e incluso de la geografía nacional, tal y como aconteció, por ejemplo, cuando abordó, de manera singularmente simpática, el episodio del Brujo de Arjona o el del Judío Errante, traídos a sus páginas tomando como base lo acaecido en la Costa Atlántica— la hace Arenas Mantilla, como es natural, a través de sus personajes más representativos y de sus más representativos lugares, festividades, actividades laborales y costumbres.

 

 

Para comenzar este homenaje a nuestro talentoso escritor e iniciar, consiguientemente, su rescate de los oscuros socavones del olvido, a donde lo mandó la deplorable amnesia cultural santandereana, traigamos a los tiempos de hoy, a estos años turbulentos de agitada modernidad y vulgar materialismo, la imagen literaria que con su pluma estampó de un piedecuestano humilde: el carpintero del pueblo.

Se llamaba Trino Moreno y de ahí el título obvio que Arenas Mantilla le dio a su poema.

 

ILUSTRACIONES:

 

(1) Niños jugando al trompo (juegos.cosasdepeques.com).

(2) Vicente Arenas Mantilla. Fotografía. Crónicas y romances. Solapa. Imprenta del Departamento. Bucaramanga. 1960.

(3) Piedecuesta antigua. Wikipedia. Subida por “Campoelías”.

(4) Bucaramanga antigua. Quintilio Gavassa.

(5) “The village carpintero”. Edward Henry Potthast (1898), The Chapellier Galleries, Estados Unidos.

(6) “San José carpintero”. Georges de La Tour ( 1640), Museo del Louvre, París.

 

¡Bienvenidos!

 

 

ROMANCE DE TRINO MORENO

 

Alto, moreno, esforzado,
era el gran Trino Moreno,
el carpintero adorado
de los muchachos del pueblo,
que fabricaba los trompos
más enormemente buenos,
de guayabo cimarrón,
de naranjo o de tachuelo,
cuando escaseaba el totumo
o estaba caro el canelo.

Vestía pantalón de manta,
camisa de burdo lienzo,
y un sombrero de anchas alas
le daba sombra a su cuerpo,
sobre el cual se alzaba ufana
de punta al hombro derecho,
dejando ver la pechera,
su ruana de paño negro.

Vivía allá por San Antonio
este bondadoso viejo,
liberal de buena cepa
que expuso mucho el pellejo,
lo mismo que Josefito,
el valiente guerrillero,
dueño de Los Amarillos,
El Molino y Pozo Negro,
El Reventón y Planadas,
y hasta el alto de El Consuelo.

Nunca se amarró una rasca,
ni supo lo que era el juego,
vivió siempre trabajando
y fue portentoso ejemplo
de machos piedecuestanos,
buen casado y buen guerrero.

—Don Trino, ¿ya están los trompos?
Preguntaba el negro Prieto.
—Sí creo, respondía al instante
con gran vozarrón el viejo.

—Es que quiero uno de a dos,
o, si hay, de a centavo y medio,
que tenga largo el herrón
y que no sea mochilero,
porque voy a ir “una calle”
con el hijo de Eleuterio,
que sabe dar los chivazos
y los raja medio a medio.

—Pues con estos sí se estaca,
respondía Trino Moreno,
pues son de puro naranjo
y hasta cortado en buen tiempo;
fíjese en lo bien torneados,
en el pulido perfecto,
y en lo vivo de las tintas
coloradas, que es lo bueno.

“De estos compran los Sorzano,
los Mantilla y los Regueros,
pues bailan que es un primor,
y seditas que es un sueño,
se pueden sacar a la uña
y pican hasta en el viento”.

—Mejor que me lo regale,
insistíale el negro Prieto,
sí, don Trino, por favor…
piense en estos malos tiempos.

Y Trino, con emoción,
decíale al muchacho ingenuo:
—Pues llévatelo, bribón,
dos centavos más o menos
no me faltan, vive Dios
y yo soy buen nazareno.

 

Hoy yaces en el olvido,
pero ahí te envío este consuelo:
esta voz de gratitud
de un muchacho de tu pueblo,
que al hablar de tiempos idos,
te añora, Trino Moreno.

 

¡Gracias por compartirla!
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1 respuesta a VICENTE ARENAS MANTILLA Y EL GENERAL FARÍAS. (II). Por Óscar Humberto Gómez Gómez, Miembro de Número de la Academia de Historia de Santander.

  1. Roberto Harker dijo:

    Lo recuerdo con especial aprecio.
    Un buen ser humano, talentoso y extremadamente virtuoso.
    Roberto Harker Villamizar.

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