Hoy hace doscientos cuarenta y dos años Manuela Beltrán rompió el edicto. Por Óscar Humberto Gómez Gómez

 

Después de que se barrió y se trapeó con la memoria de Manuela Beltrán; después de que se negó su existencia y, consiguientemente, se redujo a cero el papel que desempeñó en el contexto de la Insurrección de los Comuneros; después de que por ahí derecho se mandó a los rincones del olvido su importancia en el encadenamiento de los sucesos históricos que han girado en torno al papel de la mujer en la sociedad y, de manera muy particular, en las verdaderas luchas sociales; después de todo esto, digo, llegó el día de hoy, 16 de marzo, cuando se conmemora – o al menos debió conmemorarse – precisamente aquel episodio histórico protagonizado por ella, esto es, el que hubiese sido la mujer que el 16 de marzo de 1781, hoy hace doscientos cuarenta y dos años, en la villa del Socorro, actual Santander y actual Colombia, despedazó el edicto por medio del cual España notificaba una nueva carga impositiva que debía ser pagada en estas tierras.

 

 

Uno no sabe qué resulta más lamentable en toda esta cadena de circunstancias infortunadas sucedidas en los últimos días: si el que se hubiese presentado ante el país la duda sobre la existencia de Manuela Beltrán como algo novedoso, cuando de esa duda ya se había hablado desde antes del lejano año 1939 en el que el historiador santandereano José Fulgencio Gutiérrez publicó su libro “Galán y los comuneros”, hace la bicoca de 84 años; o el que haya aparecido una historiadora disputándole al doctor Martínez Garnica el “privilegio” de haber sido quien primero, antes que él, había planteado la hipótesis de la no existencia real de Manuela Beltrán, llegándose a afirmar, incluso, que el distinguido historiador santandereano la había “plagiado” (?); o el hecho de que se hubiese aseverado la no existencia de Manuela con base solamente en los datos de una página de los mormones, de Estados Unidos – sin preocuparse primero por indagar si en realidad su partida de bautismo existía en el Socorro – y por ese camino proclamarse, con la drástica contundencia con que se proclamó, que en aquel año no había sido bautizada allí ninguna persona con su nombre, afirmación que quedó plenamente desvirtuada con la mismísima partida de bautismo de María Manuela Beltrán Archila; o el hecho de que la Radio Nacional, apoyándose en la opinión de Andrés Arias, asesor histórico de Señal Colombia, canal institucional de televisión del Estado, una vez “hallada” la partida de bautismo por una genealogista (?) haya insistido con tozudez en, de todas maneras, poner en duda la existencia de Manuela Beltrán, con el argumento de que habría que ver si esa partida de bautismo “hallada” por la genealogista correspondía a la misma Manuela Beltrán que había despedazado el edicto (cómo: ¿de “ninguna” bautizada con ese nombre pasamos a “varias”?), duda planteada por Arias sobre el mismo error con que se aseveró su inexistencia, esto es, tomando una fuente de manera aislada e ignorando por completo que, además de la partida de bautismo, existía otra fuente de información todavía más valiosa como lo era el testimonio del alcalde de la Villa del Socorro en aquel 16 de marzo de 1781 en que ocurrieron los hechos, Don José Ignacio de Angulo y Olarte, omisión que resulta mucho más grave porque de la existencia de este valioso testimonio- él sí contundente – había dado cuenta el libro del historiador Manuel Briceño desde el remoto año de 1880, es decir, hace ciento cuarenta y tres años; o que se le haya atribuido a una “novela“ de Constancio Franco Vargas la invención de Manuela Beltrán, cuando, en primer lugar, este escritor no había escrito ninguna “novela“, sino una obra de teatro, y, en segundo lugar, esa obra de teatro, que no “novela”, la había publicado ocho años después de que el historiador Manuel Briceño publicara en su libro el testimonio de quien era el mismísimo alcalde de la Villa del Socorro en 1781 Don José Ignacio Angulo y Olarte, declaración en la cual este funcionario relató que únicamente había identificado dentro de los amotinados “a MANUELA BELTRÁN, que rompió el edicto”.

 

 

En fin, se pretendió mantener a ultranza la negación de la existencia de Manuela Beltrán, a pesar de contarse tanto con su partida bautismal como con la declaración de un testigo presencial de la revuelta y que la vio rompiendo el edicto.

Eché de menos las rectificaciones públicas y las dos páginas de El Espectador dándoles cabida a las posiciones contrarias. Desde mi perspectiva personal, el reconocer el error y corregirlo, lejos de menoscabar la imagen de quien lo hace, la agiganta y enaltece.

 

 

Hoy, al percibir el silencio de la Universidad Manuela Beltrán; del Batallón Manuela Beltrán del Ejército Nacional; del Archivo General de la Nación; del ministro de Educación, de la parroquia del Socorro, de su alcaldía municipal, de la Gobernación de Santander, y de un largo etcétera que incluye hasta a las academias de Historia, me pregunté hacia dónde va un país – y más concretamente un departamento – que reniega de sus símbolos y se avergüenza de quienes antes eran sus personajes representativos, por cuya memoria, más allá de sus aciertos y sus errores, de sus cualidades y sus defectos, se profesaba estimación y respeto.

En fin, lo cierto es que hoy, 16 de marzo de 2023, se está cumpliendo un aniversario más de aquel hecho histórico, que sea que tenga importancia para algunos o que no la tenga para nadie, en todo caso sucedió y fue Manuela Beltrán quien lo protagonizó, sin duda alguna.

 

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